COMENTARIO DEL CAPITULO 8 DE APOCALIPSIS
COMENTARIO DEL CAPITULO 8 DE APOCALIPSIS
* Los 1,260 Días
Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y
no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y hollaron la ciudad
santa cuarenta y dos meses (11:2).
“La ciudad santa” se refiere al pueblo de Dios, que
sería “hollado” por 42 meses. Esta cifra
se presenta en Apocalipsis de tres formas:
Tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo; 42 meses y 1,260 días. En Daniel se presenta dos veces: una en el
capítulo 7, indicando el tiempo de supremacía del cuerno que representa el Anticristo. Luego, en el capítulo 12, la menciona con
relación al tiempo del fin. En
Apocalipsis se menciona dos veces en el capítulo 11, dos veces en el 12 y una vez en el 13. Estos 1,200 días son años, de acuerdo a la forma de
interpretar este tipo de profecía. Ya
hemos adelantado que se refiere al tiempo de la hegemonía del poder papal,
comenzando en el 538 hasta el 1798. Les
prometí que en el capítulo sobre el Anticristo daré detalles sobre esto.
Los gentiles
son las naciones perseguidoras instigadas por el Anticristo.
* Los 2 Testigos
Y daré mis dos testigos que
profeticen por mil doscientos días, vestidos de cilicio. Estos son los dos olivos, y los dos
candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra (11:3,4).
Para saber quienes son los dos
testigos, basta notar que son “los dos olivos”.
Esto nos lleva a ver una visión parecida que tuvo Zacarías.
Y díjome: ¿Qué ves? Y respondí:
He mirado, y he aquí un candelero todo de oro, con su vaso sobre su
cabeza, y sus siete lámparas encima del candelero; y siete canales para las lámparas
que están encima de él; y sobre él dos olivas, la una a la derecha del vaso, y la otra a su izquierda. Proseguí y hablé al ángel que hablaba
conmigo, diciendo: ¿qué es esto, señor mío?
Y el ángel que hablaba conmigo respondió y díjome: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío. Entonces respondió y hablóme, diciendo: Esta es la palabra de Jehová a Zorobabel, en
que se dice: No con ejército ni con
fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos (Zacarías
4:2-6).
Vemos la similitud de estas dos
visiones. Al final del capítulo 4, el ángel
dice al profeta Zacarías: “Estos dos hijos de aceite son los que están delante
del Señor de toda la tierra” (Zacarías 4:14).
Jesucristo dijo que “las Escrituras”
dan testimonio” de Él. En otras
palabras, la Biblia es un constante testigo del Señor, de su voluntad. Las dos partes de la Biblia, el Antiguo y
Nuevo Testamentos, constituyen los dos testigos del Señor. Estudiar su contenido sacrosanto nos
convierte también en testigos de Dios.
En la epístola a los Hebreos se compara a la
Palabra de Dios con una “espada aguda de dos filos”. Esos “dos filos” son las dos partes de la
Biblia, lo que comúnmente se llaman el Antiguo y el Nuevo Testamento.
* La Biblia
Durante los 1,260 años de supremacía papal, estos dos
testigos estuvieron dando su mensaje “vestidos de saco” o cilicio, lo que
indica la persecución de que fueron objeto.
Desde los comienzos de la iglesia cristiana, esta se
valió de las Sagradas Escrituras, el llamado Antiguo Testamento, para dar su
mensaje. El llamado “Nuevo Testamento”
se fue formando poco a poco. Algunos
escribieron la vida y enseñanzas de Cristo, los que conocemos como Evangelios.
Luego Pablo y otros apóstoles escribieron cartas, las que conocemos como Epístolas. Estas fueron añadidas también y finalmente se
culminó este grupo con el Apocalipsis, escrito a finales del siglo primero.
Luego que la iglesia comenzó a crecer y los paganos
iban engrosando las filas del cristianismo, las verdades de la Palabra de Dios
fueron quedando rezagadas. Dogmas
paganos fueron sustituyendo las doctrinas de Cristo. A la iglesia paganizada no le convenía que el
pueblo se enterara de las Palabras de Dios registradas en la Biblia. No se permitió al pueblo tener acceso a los
ejemplares de la Biblia. Los pocos que
habían fueron encadenados a los púlpitos de las iglesias.
Durante toda la Edad Media la gente no pudo
corroborar las enseñanzas que recibían y tenían que creer “bona
fide” las enseñanzas
de los clérigos.
Tener un ejemplar de la Biblia, o parte de él, era tenido por un gran
delito, algunas veces castigado con prisión y hasta con la muerte.
La única Biblia considerada oficial por la iglesia
romana era la Vulgata, traducción latina realizada por Jerónimo en el siglo
6to. Pero muy pocos tenían ejemplares de
ella y el pueblo en su mayoría no entendía el latín.
Hombres destacados tradujeron la Biblia, total o en
parte, en varios idiomas. Wicleff y
Tyndale la hicieron en inglés, Martín
Lutero la tradujo al alemán y Casiodoro de Reyna hizo una monumental traducción
al idioma castellano. Otros reformadores la tradujeron en otras lenguas. Pero el mensaje bíblico hizo su obra “vestido
de cilicio”, o sea, de forma secreta y
con grandes sacrificios.
Fueron los ejemplares y porciones traducidas por
estos valientes hombres y la obra de grupos misioneros como los Valdenses y los
Lolardos, que lograron que el verdadero Evangelio llegara a la gente. La Reforma tuvo como lema: “la Biblia y la
Biblia sola”.
Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de
ellos, y devora a sus enemigos, y si alguno quiere hacerles daño, debe morir de
la misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no
llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para
convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga (11:5,6).
El hecho que mencione aquí milagros realizados
por Elías y Moisés, ha hecho que algunos identifiquen a estos dos testigos con
estos profetas de Dios y enseñen que estos han de resucitar en los últimos días y aparecerán en el escenario del mundo. Pero
lo que esta profecía indica es que estos milagros fueron realizados por
personajes que son parte del Libro Santo.
Por la palabra de Elías, hubo una sequía que duró tres años y
medio. Bajo el ministerio de Moisés,
Dios envió 10 terribles plagas sobre la tierra de Egipto. Una de ellas fue que las aguas del río Nilo
se volvieron en sangre. Durante el
tiempo de angustia venidero, la tierra sufrirá plagas similares. La segunda y tercera de estas plagas serán
que el mar y los ríos se volverán en sangre.
* Muerte de los Testigos
Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube
del abismo hará guerra contra ellos y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la
grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también
nuestro Señor fue crucificado. Y de
los pueblos, tribus,
lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no
permitirán que sean sepultados (11:7-9).
Las bestias o animales son usados en la profecía para
representar reinos. Esta “bestia que
sube del abismo” debe representar una
nación que se destaque por su rebelión contra Dios y sus ataques a la Biblia.
Algunos quieren identificar a esta bestia con Roma o
el papado, pero a la luz del resto de la visión, esto no es posible. La “bestia que sube del abismo” puede
interpretarse como la Francia revolucionaria del siglo 18. Otro nombre dado a este país es “Sodoma”, por
su perversión moral durante la Revolución Francesa, y Egipto, por su ateísmo. Ante Moisés, el faraón dijo: “¿Quién es Jehová
para que yo oiga sus voz…? Yo no conozco
a Jehová…” (Éxodo 5:2) También se destaca este país como donde “nuestro
Señor fue crucificado”. Al matar a los
hijos de Dios, la Francia revolucionaria crucificó a Cristo.
La iglesia de Roma siempre había considerado al
pueblo francés como su “hijo predilecto”. Clodoveo, rey de los Francos, fue el
primer rey bárbaro que se hizo católico. Desde los tiempos de Carlomagno la
iglesia católica fue favorecida por el gobierno francés. Durante “el reinado del terror”, la asamblea
nacional francesa abolió el culto católico y todo tipo de religión. Su devoción fue a la razón. Una mujer de la ópera fue coronada como “la
diosa de la razón” en el altar mayor de la catedral de Notre Dame.
La persecución no se limitó a seres humanos, la Santa Biblia fue
eliminada. Sus ejemplares fueron quemados en las plazas públicas. En Lyon fueron atados al rabo de un asno y
llevados por las calles. (Vea apéndice) Literalmente, el libro de Dios fue vencido y
matado.
* Resurrección de los Testigos
Los “tres días y medio”, deben considerarse como tres
años y medio, conforme a la regla de “día por año” que ya hemos visto. La abolición de la Biblia fue en noviembre
del 1793. Tres años y medio después , en
junio del 1797, la misma asamblea concedió tolerancia a la Biblia.
Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos
y se alegrarán, y se enviaron regalos unos a otros, porque estos dos profetas
habían atormentado a los moradores de la tierra. Pero después de tres días y medio entró en
ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y
cayó gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz del cielo, que
les decía: Subid acá. Y subieron al
cielo en una nube; y sus enemigos los vieron.
En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad
se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres, y los
demás se atemorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo (11:10-13).
Los individuos que viven en pecado no pueden soportar
la Palabra de Dios, y hacen caso omiso a su restricciones. Pero una vez la Biblia es abolida y
destruida, la gente se siente feliz, pues ya quien les acusaba no está. Esta fue la actitud de los franceses durante
la revolución.
Pasado el tiempo de abolición de la Palabra de Dios,
sucede algo asombroso. La Biblia es
exaltada y todos recurren a ella en busca de la verdad y la salvación. La casa de Voltaire, el arquitecto de la
revolución francesa, se convirtió en una casa distribuidora de Biblias en París. Un poco de tiempo después comenzaron a
levantarse sociedades bíblicas y a traducir la Palabra de Dios en diversos idiomas
y dialectos.
Un año después del decreto de tolerancia a la Biblia
por la asamblea nacional francesa, se cumplió la profecía de los 1260 años, y
viene “el tiempo del fin”. Surge el gran
movimiento del “despertar” y hay una verdadera revolución espiritual. El mensaje de la Palabra de Dios comienza a
ampliarse, llegando a todos los lugares habitados. Los “dos testigos” siguen hoy cumpliendo su
sagrado cometido: alumbrar las mentes de los seres humanos y atraerlos hacia el
Dios verdadero.
El terremoto
mencionado no puede ubicarse en fecha alguna, más bien indica catástrofes
precursoras del advenimiento del fin.
Vemos que no es el terremoto
final porque no abarca toda la tierra. “La
décima parte de la ciudad” podría referirse a Francia, que es una de las 10
naciones que se formaron después de la caída de Roma.
* La Séptima Trompeta
El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene
pronto. El séptimo ángel tocó la
trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de
nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que estaban
sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y
adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que
es, y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has
reinado (11:14-17).
La séptima
trompeta, como indicamos en el capítulo “El Mensaje del Juicio”, comenzó a
sonar en el año 1844. El evento que
comenzó en ese año fue la fase primera del juicio. Pero hay otro evento que es también parte de la séptima trompeta y es
el reinado de Cristo. Daniel 7: 14 dice
que al “Hijo de hombre” que se presentó ante “el Anciano de grande edad” se le
dio “señorío y gloria y reino.”
Al iniciar la parábola de las diez minas, Jesús dijo: “Un hombre noble partió a una provincia
lejos, para tomar para sí un reino y volver” (Lucas 19:12). Ese noble es el mismo Cristo que ascendió al cielo, luego de su resurrección con la promesa de volver por su pueblo. La parábola indica luego: “Y aconteció, que
vuelto él, habiendo tomado el reino,…”
(Lucas 19:15) Todo es claro: cuando Cristo venga por segunda vez, ya ha
tomado su reino.
También es
necesario ver que Cristo vendrá de las bodas. Él se está desposando con la Nueva Jerusalén,
la cual será la capital de su reino eterno en la tierra renovada. Algunos
insisten en que la esposa es la iglesia.
Y es cierto, en el sentido que al
aceptar el Evangelio entramos en una relación especial con Cristo. Pero cuando el ángel dijo a Juan: “Ven acá,
yo te mostraré la esposa, mujer del Cordero”, lo llevó “a un alto monte”
y le mostró “la Santa Jerusalén, que descendía del cielo” (Apocalipsis
21:9,10).
En Mateo 25:1-13 Jesús enseñó la parábola de las
diez vírgenes. El verso 1 dice que estas
vírgenes “salieron a recibir al esposo”.
Entendemos que la iglesia está representada por las vírgenes. Entonces la iglesia no es la esposa, pues ya
Cristo viene casado. Nosotros somos
invitados a “la fiesta de bodas”, lo que hoy llamamos la recepción que se
celebra luego de la ceremonia. Pues
bien, la ceremonia ya se está celebrando en el cielo. Luego de la venida de Cristo, su iglesia
participará de esa hermosa recepción descrita en Apocalipsis 19.
* Señales Precursoras de la
Venida del Señor
Y se airaron las
naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el
galardón a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre,
a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra
(11:18).
La ira de las naciones es muestra de los
acontecimientos que indican la proximidad del advenimiento del Salvador. La ira de Dios tiene que ver con las plagas
postreras que sucederán justamente antes de que se efectúe la segunda venida de
Cristo. Los escritos apostólicos hacen
mención de que Cristo ha de venir a juzgar a “los vivos y a los muertos”. Pero este verso dice que es “el tiempo de
juzgar a los muertos”. Vimos que esta
final trompeta comenzó a sonar en el 1844, cuando comenzó la primera fase del
juicio. Esta es la fase investigativa y
los primeros en ser juzgados son los muertos.
Pronto el juicio pasará a los vivos. Usted y yo, amigo, hemos de pasar por el
escrutinio del juicio, porque Cristo vendrá con “el galardón” o premio para
cada uno (Apocalipsis 22:12). En esta
parte del juicio nada tenemos que temer, pues Cristo es nuestro abogado (1 Juan
2:1).
Finalmente el verso 18 dice que el tiempo es
venido para “destruir a los que destruyen la tierra”. Es una verdadera lástima ver hoy como se
contamina nuestro planeta. Tanto el
aire, como la tierra y las aguas son contaminadas a diario. La tierra tal como está no puede ser el hogar
final de los salvados. Dios ha de
transformar el planeta a su condición original.
Pero Cristo pedirá cuentas a todos los que han dañado su tierra. El tiempo es ya. Dios permite a los huracanes, terremotos y
volcanes que expresen su descontento con el planeta contaminado. Pero pronto Él
vendrá en gloria y majestad para llevarse a los suyos y dejar este planeta por
un milenio hasta que desaparezca todo vestigio de contaminación. Entonces Él dejará ver su poder creador al
cambiar la faz de la tierra que ha de
ser un inmenso paraíso, hogar eterno para todos los salvados.
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