DETRÁS DE LA CORTINA DEL BAÑO
Detrás de la
cortina de baño
Tendré que instalar una computadora en mi ducha. Es
allí donde se me ocurren las mejores ideas.
Hoy se me ocurrió una fantástica.
Estaba reflexionando acerca de una conversación
reciente que tuve con un hermano cristiano desencantado. Estaba molesto
conmigo. Tan molesto que estaba considerando rechazar la invitación que me
envió con el fin de que hablase a su grupo. Parece que había escuchado que era
bastante franco en cuanto a las personas con las que tengo comunión. Había
leído las palabras que escribí: «Si Dios dice que una persona es su hijo, ¿no
debiera llamarlo hermano mío?» Y: «Si Dios acepta a otros con sus errores y
malas interpretaciones, ¿no debiéramos hacerlo nosotros?» 1
No le agradó eso. «Se está excediendo», me dijo.
«Las cercas son necesarias», me explicó. «Las Escrituras son claras acerca de
tales asuntos». Me leyó unas pocas y luego me instó a ser cuidadoso al decidir
a quién concedo gracia.
«Yo no la concedo», le aseguré, «sólo descubro dónde
Dios ya lo ha hecho».
No pareció quedar satisfecho. Le ofrecí echar atrás
el compromiso (el descanso habría sido agradable), pero él se ablandó y me dijo
que fuera después de todo.
Allí es donde iré hoy. Es por eso que pensaba en él
en la ducha. Y es por eso que necesito una computadora a prueba de agua. Se me
ocurrió un gran pensamiento. Una de esas revelaciones que me hacen decir: «¿Por
qué no se me ocurrió decirle eso?»
Ojalá lo vea hoy. Si el tema vuelve a surgir, se lo
diré. Pero por si acaso no ocurriese, te lo diré a ti. (Es demasiado bueno para
desperdiciar.) Sólo una oración:
Nunca me ha
sorprendido el juicio de Dios, pero aún me deja pasmado su gracia.
El juicio de Dios nunca ha sido un problema para mí.
Es más, siempre me ha parecido correcto. Relámpagos sobre Sodoma. Fuego sobre
Gomorra. Así se hace, Dios. Egipcios tragados por el Mar Rojo. Se lo
merecían. ¿Cuarenta años para ablandar las duras cervices de los
israelitas? Lo habría hecho yo mismo. ¿Ananías y Safira? Ya lo creo
que sí.
La disciplina me resulta fácil de tragar. Lógica de
asimilar. Manejable y apropiada.
¿Pero la gracia de Dios? Cualquier cosa menos eso.
¿Ejemplos? ¿De cuánto tiempo dispones?
David el
salmista se convierte en David el fisgón, pero por gracia de Dios vuelve a ser
David el salmista.
Pedro negó
a Cristo antes de predicar a Cristo.
Zaqueo, el
ladrón. La parte más limpia de su vida era el dinero que había lavado. Pero aun
así Jesús disponía de tiempo para él.
Relato tras relato. Oración tras oración. Sorpresa
tras sorpresa.
Pareciera que Dios más bien busca la manera de
lograr que lleguemos al hogar en lugar de buscar formas que impidan nuestra
entrada. Te desafío a encontrar un alma que se acercó a Dios buscando gracia y
no la encontró. Rastrea en las páginas. Lee las historias. Imagina los
encuentros. Halla a una persona que vino buscando una segunda oportunidad y se
alejó tras un severo discurso. Te desafío. Busca.
No lo hallarás.
Encontrarás una oveja que se ha alejado al otro lado
del arroyo. Está perdida. Lo sabe. Está trabada y avergonzada. ¿Qué dirán las
otras ovejas? ¿Qué dirá el pastor?
Encontrarás un pastor que la encuentra a ella. 2
Ay, ay, ay. Agáchate. Cúbrete los ojos con las
pezuñas. El cinturón está a punto de volar. Pero el cinturón nunca se
siente. Sólo manos. Manos grandes y abiertas que se extienden por debajo de su
cuerpo y levantan a la oveja, cada vez más alto hasta que está colocada sobre
los hombros del pastor. ¡Se lleva de regreso al rebaño y hacen una fiesta en su
honor! «Corten la hierba y peinen la lana», anuncia él. «¡Haremos un festejo!»
Las demás ovejas mueven sus cabezas sin poder
creerlo. Del mismo modo que lo haremos nosotros. En nuestra fiesta. Cuando
lleguemos al hogar. Cuando observemos cómo el Pastor trae sobre sus hombros y
coloca entre nosotros un alma improbable tras otra.
Me parece que Dios da mucha más gracia de la que
jamás pudiéramos imaginar.
Podríamos hacer lo mismo.
No estoy a favor de diluir la verdad ni de
comprometer el evangelio. Pero si un hombre de corazón puro llama Padre
a Dios, ¿no puedo llamar a ese mismo hombre hermano ? Si Dios no
establece la perfección doctrinal como requisito para la membresía familiar,
¿debería hacerlo yo?
Y si nunca estamos de acuerdo, ¿no sería posible que
acordemos estar en desacuerdo? Si Dios puede tolerar mis errores, ¿no puedo
tolerar los errores de otros? Si Dios puede hacer la vista gorda con mis
errores, ¿no puedo hacer lo mismo con los errores de otros? Si Dios me permite,
con mis debilidades y fallas, que lo llame Padre , ¿no debería dar la
misma gracia a otros?
Una cosa es segura. Cuando arribemos al cielo, nos
sorprenderemos ante algunas personas que allí veremos. Y algunos se
sorprenderán cuando nos vean.
Estas frases aparecieron en
«A Dream Worth Keeping Alive» [Un sueño que vale la pena mantener vigente], Wineskins
Magazine , enero-febrero 1993, pp. 16–20.
2 Véase Lucas 15.3–7 .
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