LA VENIDA DE CRISTO EN APOCALIPSIS
LA VENIDA DEL SEÑOR SEGÚN APOCALIPSIS
He
aquí que viene con las nubes, y todo ojo lo verá, y los que le traspasaron;
y todos los linajes de la tierra harán
lamentación sobre él. (1:7)
La segunda venida de Cristo es “la
esperanza bienaventurada” para la iglesia.
(Tito 2:13) La creemos porque el
mismo Salvador lo prometió en uno de los
últimos discursos a sus discípulos: “No
se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; de
otra manera os lo hubiera dicho. Voy,
pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14: 1-3) Ante esta promesa infalible del Señor, lo que
nos resta es decir, como Juan al final del Apocalipsis: “Ven, Señor Jesús”.
En
cuanto a la manifestación de Cristo, el mundo cristiano está dividido. Mientras unos dicen que ya Jesús vino en su
segunda aparición, otros dicen que nunca vendrá. Los más indican que su venida será secreta,
lo que llaman “el rapto” o “arrebatamiento secreto”. El mismo texto que estamos considerando dice
que “todo ojo le verá”. Los que enseñan
el llamado “rapto” dicen que la segunda venida de Cristo se divide en dos
partes: la primera es el rapto, donde Jesús se llevará a la iglesia. Los que estén listos se volverán
transparentes y se irán sin que nadie los vea.
Los muertos en Cristo saldrán de sus tumbas y, también transparentes, se
irán al cielo. Los que queden sobre la
tierra tendrán que convivir con el Anticristo por 7 años, lo que llaman “la
gran tribulación”.
Luego
del rapto, al finalizar los 7 años, Cristo vendrá con la iglesia a luchar
contra el Anticristo y reinará por el milenio en la Jerusalén terrenal. Toda esta fantasía es enseñada y creída por
millones en nuestros días.
En Mateo 24:30 Jesús expone
claramente como será su venida: “Entonces se manifestará la señal del Hijo del
hombre en el cielo. Entonces se lamentarán
todas las tribus de la tierra y verán al Hijo del hombre que viene sobre las
nubes del cielo con gran poder y gloria.”
Los que hablan del rapto argumentan que este texto y
otros de Mateo
24 se refieren a la
tercera venida, luego de la tribulación.
Ese es el mayor problema de ellos: colocan arbitrariamente los textos en
una u otra venida.
Es
cierto que Jesús ha de reinar en Jerusalén durante el milenio, pero no será en
la Jerusalén terrenal, centro de intrigas entre árabes e israelíes y muchas veces lugar de hechos sangrientos de parte de los
que aun se creen pueblo de Dios. La
Jerusalén que funciona en el nuevo pacto es la “Jerusalén de arriba” (Gálatas 4:26), o “la Nueva Jerusalén” que
tanto se menciona en Apocalipsis.
Otro argumento que indican para
favorecer el llamado “rapto” es la frase tantas veces mencionada en el Nuevo
Testamento que dice que Jesús vendrá “como
ladrón de noche”. Esto lo que
indica es que la venida de Cristo vendrá
sin anunciarse, no en secreto. Hay
textos que dicen que cuando aquel día venga “como ladrón”, el mundo no estará
en paz con el Anticristo, sino que será destruido. (Vea 1 Tesalonicenses 5:2,3 y 2 Pedro 3: 10.)
Cristo
vendrá. Su venida será visible. Todos le verán: los justos para irse con Él y los impíos para
ser destruidos “por el resplandor de su venida”. (Vea 2 Tesalonicenses 1:6-10 y 2:8.) Además de ver a Cristo, han de oír el sonido
de las trompetas.
El Anticristo no vendrá después que
Cristo se lleve a su iglesia. En 2
Tesalonicenses 2:1-4, Pablo hace claro que la segunda venida de Cristo no se
verificará sin que venga antes la manifestación del Anticristo. Ese es el orden bíblico: primero aparecerá el
Anticristo, luego el Salvador vendrá por su pueblo. De hecho, como veremos en el capítulo
correspondiente, el Anticristo lleva ya 1,500 años en la tierra y el mundo no
lo ha descubierto. Pero la iglesia
verdadera de Jesucristo sabe quien es y
está predicando sobre su obra de engaño.
Además de los habitantes de la tierra
que estén vivos, han de ver a Cristo en su venida “los que le traspasaron”. Estos que tuvieron parte activa en el
apresamiento, juicio y crucifixión del Señor tienen que verlo venir en
gloria. Para verlo tienen antes que
resucitar. Esa resurrección es la que
menciona Daniel 12:2. En este texto se
habla de “muchos” que serán “despertados” y se indica que unos serán para “vida
eterna” y los otros “para vergüenza y
confusión perpetua”. Los que serán
resucitados para vida eterna lo componen aquellos que han muerto en la fe del
mensaje final descrito en Apocalipsis 14.
Jesús
dijo a los miembros del Sanedrín que le juzgaron: “…desde ahora habéis de ver
al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia Dios y que viene en las
nubes del cielo”. (Mateo 26:64) Tanto Judas, como los sacerdotes judíos que
juzgaron a Jesús, Poncio Pilatos y los soldados que le escarnecieron, así como
los más acérrimos enemigos de Dios han de ver “al que traspasaron”. Este grupo de malvados aun tendrán que ver a
Cristo “sentado a la diestra de la potencia de Dios”. La gloria de la venida de Cristo los habrá de
destruir, pero aún les aguardará lo peor:
luego del milenio resucitarán por segunda vez para ver al Redentor
sentado a la diestra de Dios y recibir la paga final juntamente con Satanás,
sus ángeles y el resto de los impíos.
Yo soy el Alfa y la Omega, principio
y fin, dice el Señor, el que es y que era y que habrá de
venir (1:8).
Alfa y Omega son la primera y última
letras del alfabeto griego. Es como si
dijéramos la A y la Z. Dios es el
principio y el fin de todo. Esto se
aplica tanto al Padre, como al Hijo y al Espíritu Santo. Los tres miembros de la Divinidad son eternos.
Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la
isla llamada Patmos, por palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo (1:9).
Aquí Juan se presenta como un desterrado por
causa de “la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”. ¡Qué maravilloso! No ha sido enjuiciado por ser un delincuente
contra el estado ni por violar leyes morales, sino por su fe en Cristo y su
Palabra. Juan se presenta como un
hermano y participante en la tribulación.
Esto serviría de gran ayuda espiritual para la iglesia perseguida del
primer siglo y se extendería por el
resto de la época de Roma y la Edad Media, donde millones perecieron por su
preciosa fe.
* El Día del Señor
Yo estaba en el Espíritu en el día
del Señor (1:10, primera parte),…
Algunos
intérpretes enseñan que la expresión “día del Señor” se refiere al día final,
la venida de Cristo y los eventos que le anteceden. Pero sería extraño que Juan diga que “fue” en
ese período de tiempo. La mayoría de los
que han interpretado el Apocalipsis están de acuerdo que aquí se trata de un día
específico de la semana.
La Vulgata
latina de Jerónimo traduce la frase griega “Kuriaké Emera” como “Dominicus
Díes”. Díes en latín y Emera en griego
significa lo mismo: “día”. La palabra
“Kuriaké” y “Dominicus” o
“Dominica” significa “Del Señor”.
La frase griega se usaba para
todo lo referente al emperador. De la
expresión de Jerónimo, “Dominicus”, se originó la palabra “Domingo” en español
y esta se ha generalizado. Pero, ¿es eso
lo que presenta la expresión apocalíptica?
Jerónimo
tradujo la Biblia para el siglo 5to. al 6to.
Ya para ese tiempo se había cambiado el día de reposo bíblico del Sábado
al Domingo. La versión bíblica de Miguel
de Petisco, conocida como Torres Amatt, traduce la frase “Dominicus Díes” como “día
de domingo”. La versión original de
Casiodoro de Reyna también la traduce igual. Pero todo cristiano sincero debe
preguntarse si esto es correcto; si Dios ha permitido que su día de descanso
haya sido cambiado. Más aún, tenemos que
darnos cuenta que antes de Cristo nacer ya los mitraístas persas dedicaron el
primer día de la semana a su dios sol, Mithra.
Es por eso que aún en idiomas como el inglés y el alemán el primer día
de la semana se llama “Día del Sol”.
Para saber cuál es el día del Señor
no tenemos que recurrir a enciclopedia o diccionario alguno. Tampoco tenemos que aceptar textos forzados
de la Escritura, sino buscar en la Biblia misma. En Isaías 58:13 Dios llama al sábado “mi día santo” y el mismo Jesús
se proclamó “Señor del sábado” en Mateo 12:8.
Por varias ocasiones en el Antiguo Testamento el día sagrado del cuarto
mandamiento es llamado “Sábado de Jehová”.
¿Necesitamos más argumentos? Dios
ha hablado. Sólo digamos “Amén” y
obedezcamos la Palabra de Dios.
En las minas de Patmos, el fiel siervo de Dios no olvidó
los preceptos divinos. Los guardias que
vigilaban a los presos posiblemente tendrían compasión del anciano cautivo y le
concedían los sábados para que sirviera a Dios de acuerdo a su costumbre. En una cueva de la rocosa isla, en un día de
sábado, Juan tuvo la primera visión que describe en su precioso libro.
*
Visión de Cristo
…
y oí detrás de mí una voz como de trompeta que decía: Yo soy el Alfa y la
Omega, el Primero y el Último (1:10, última parte y 11, primera parte).
El
que habla con Juan es obviamente Cristo, como veremos en el resto del
pasaje. Por derecho propio, Cristo usa
la frase “Yo soy Alfa y Omega, el Primero y el Último”, ya que Él es Dios.
Escribe
en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso,
Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea (1:11, s. parte)
Los
receptores del libro son los hermanos de las comunidades cristianas de Asia
Menor. En el próximo capítulo veremos en
detalle a estas iglesias y los mensajes que Cristo envía a cada una de ellas
mediante el apóstol Juan.
Y
me volví para ver la voz que hablaba conmigo (1:12, primera parte);
Es
interesante la forma que Juan nos habla.
Dice “para ver la voz”. Una voz
no se ve, se escucha. La voz viene de
detrás de él y él se da vuelta para ver quién es el que le habla.
…y
vuelto, vi siete candeleros de oro. Y en
medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del hombre, vestido de una
ropa que llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto
de oro. Su cabeza y sus cabellos eran
blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies
semejantes al bronce bruñido, refulgentes como en un horno; y su voz como
estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; y de su
boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando
resplandece en su fuerza (12, última parte, 13- 16).
Juan
queda extasiado ante la visión que tiene ante sí. La expresión “Hijo del hombre” indica que el
ser que está viendo es un humano, pero lleno de la gloria celestial. Esta es la misma frase que usa Daniel para
describir a Cristo (Daniel 7:13).
Los siete candeleros nos recuerdan el
candelabro de siete brazos que se hallaba en el lugar santo del santuario
terrenal. El que Cristo se halle entre
los candeleros es indicio de que está en la primera fase de su ministerio, ya
que en el culto hebreo, el sacerdote dividía su trabajo en dos: “el continuo” o
culto diario celebrado en el atrio y el lugar santo y el culto anual que era
celebrado en el lugar santísimo o “santo de los santos”. En el capítulo de El Santuario daré más
detalles sobre este tema.
Las ropas largas indican el
sacerdocio de Cristo. Él es sacerdote
eterno, según el orden de Melquisedec. Él
es el intercesor de su pueblo. Él es el
Sumo pontífice de la iglesia. El ceñidor del pecho simboliza su
realeza. Él no sólo es rey, sino “Rey de
reyes”. Sus ojos llameantes representan su omnisciencia, característica
exclusiva de Dios. Sus pies como bronce
bruñido indican la estabilidad de
su reino. Su voz refleja su omnipotencia, otra
característica única de Dios. La espada
que sale de su boca representa la Palabra de Dios. En Hebreos
4:12 se nos dice:
“Porque la palabra de Dios es viva
y eficaz, y más penetrante
quetoda espada de dos filos: y que
alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”
“Su rostro era como el sol, cuando resplandece en su fuerza”; esta expresión es hermosa. Cuando Moisés bajó del Sinaí, su rostro
resplandecía; cuando Esteban contempló a Cristo sentado a la diestra del Padre,
su rostro se volvió resplandeciente, “como
el rostro de un ángel”. Ahora Juan ve
a Cristo con
su rostro iluminado,
aún más que el
de Moisés, porque Cristo es Dios, aunque se presenta al apóstol como un ser humano.
Cuando
le vi, caí como muerto a sus pies. Y él
puso su diestra sobre mí, diciéndome: No
temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y he sido muerto, mas he
aquí que vivo por todos los siglos, Amén.
Y tengo las llaves de la muerte y el hades (1:17,18).
Juan desfallece ante la gloria de
Jesucristo, pero el Hijo de Dios le conforta.
Si había alguna incertidumbre respecto a quién tenía ante sí, ahora Juan
está plenamente seguro que este es su Maestro Jesús. Él estuvo muerto, pero resucitó. Juan lo vio resucitado, pero ahora lo ve
glorificado.
Cristo
tiene “las llaves del la muerte y el
hades”, lo que indica que tiene el poder de resucitar a todos los “muertos en
Cristo” en su venida gloriosa. La palabra “hades”, realmente es un nombre
propio. Se refiere al dios del reino de
la muerte, según la mitología griega (los romanos le llamaban Plutón). Esta palabra griega fue traducida en las versiones antiguas como “infierno”,
pero los traductores han rectificado en
las versiones recientes y han colocado la palabra “hades”. Aunque la palabra significa “tumba” o “sepulcro”,
prefieren dejarla según el griego. De
todos modos, la palabra “infierno”, si se usara como lo que el latín indica, no
sería incorrecta. Su significado latino
es “lugar inferior”, o sea, la tumba.
Fue en la Edad Media y por la influencia de la “Divina Comedia” de
Dante que se popularizó la palabra como
un lugar de fuego, donde Satanás se goza en torturar con una horquilla a los
perdidos que se retuercen en las llamas eternas. (Para más información respecto
a la muerte, le recomiendo leer mi libro “El Misterio de la Muerte”.)
Escribe
las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después De estas
(1:19):
Enseñar
que Apocalipsis es sólo futuro no es correcto.
Esa visión futurista lleva a la gente a dejar de ver las grandes
lecciones que Dios tiene para los que estudian diligentemente este libro. El Apocalipsis no es sólo futuro, sino el
pasado, el presente y el futuro de la iglesia.
En él se encuentra su pueblo, con sus victorias y sus fracasos a través
de todas las edades. Aunque una gran porción del libro es futuro, es leyendo el
pasado que recibiremos la seguridad de que el futuro ha de cumplirse según
Dios lo ha revelado.
El misterio de las siete estrellas
que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro; las siete
estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros son las
siete iglesias (1:20).
Los
ángeles que Jesús menciona son los ministros de las iglesias, ya que la palabra
griega “anguelos” significa “mensajero”. Cristo tiene a los dirigentes de la iglesia
en su mano derecha, indicando que Él sostiene a sus ministros fieles. Hoy más que nunca los ministros necesitan de
esa dirección del Maestro. Los siete
candeleros representan a las siete iglesias.
Cristo vela cada iglesia para que su luz no se apague. Los cristianos verdaderos necesitamos estar
siempre encendidos. Para ello, tenemos
que depender continuamente de nuestro Señor y Salvador.
Este es el mensaje del primer
capítulo de Apocalipsis. Hemos tenido mensajes variados, pero, sobre
todo, hemos visualizado a Cristo, nuestro Salvador y Mediador ante Dios,
nuestro Padre. Lo que sigue es un
conjunto de visiones que tiene Juan, el discípulo amado, y que constituye el
mayor regalo de Dios a su iglesia.
Actuemos con reverencia al revisar estas interesantes profecías y que el
mismo Espíritu que guió al escritor, guíe a cada uno de los que lo estudien con
deseo de saber la revelación de
Jesucristo.
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