MAXIMAS
Máximas
He aquí un brindis a la frase simple.
Saludo los refranes de una línea.
Acompáñame en brindar un aplauso a la tecla y a la
goma de borrar. Que se dé un festín con las sobras de la mesa del escritor.
Creo en la brevedad. Recorta el sobrante y quédate
con los hechos. Danos palabras para masticar, no para desmenuzar con
dificultad. Pensamientos con chispa, no líneas arrastradas. Más puntos. Menos
comas.
Destílalo.
Descúbrelo.
Desnúdalo.
Conciso (pero no gracioso). Claro (pero no superficial).
Vívido (pero no detallado). Esa es buena redacción. Esa es buena lectura. ¡Pero
es trabajo arduo!
Pero, es lo que nos gusta. Apreciamos al chef que
recorta el cartílago antes de servir el bistec. Saludamos al comunicador que
hace lo mismo.
Ahhh, la brevedad. Un arte al parecer olvidado en
las esferas de los folletos de seguro y manuales de ensamblaje de bicicletas.
Aprendemos la brevedad mediante Jesús. Su sermón más
importante puede leerse en ocho minutos ( Mateo 5–7 ). Su historia más conocida
puede leerse en noventa segundos ( Lucas 15.11–32 ). Hizo un resumen de la
oración en cinco frases ( Mateo 6.9–13 ). Acalló a acusadores con un desafío (
Juan 8.7 ). Rescató a un alma con una oración ( Lucas 23.43 ). Hizo un resumen
de la Ley en tres versículos ( Marcos 12.29–31 ) y redujo todas sus enseñanzas
a un mandato ( Juan 15.12 ).
Declaró su objetivo y se fue a casa.
Nosotros los predicadores haríamos bien en imitarlo.
(¿Qué dice ese antiguo refrán? «Nuestro orador de hoy no precisa presentación,
pero le vendría muy bien una conclusión».)
Creo en la brevedad. Creo que tú, el lector, me
confías tu valor más apreciado: tu tiempo. No debiera tomarme más de lo que me
corresponde. Por eso, me encanta la oración corta. Se trata de caza mayor.
Oculta en la selva de construcción circular y cañones de seis sílabas. Al
escribir, cazo. Y cuando la encuentro, disparo. Luego saco a rastras el tesoro
de entre los árboles y me maravillo.
No todas mis presas llegan a formar parte de mis
capítulos. Entonces, ¿qué les sucede? Las guardo. Pero no puedo conservarlas
para mí solo. Así que, ¿me permites que te invite a mirar mis trofeos? Lo que
sigue son recortes de este libro y de otro par de libros. Conserva los que te
gusten. Perdona los que no. Compártelos cuando puedas. Pero si lo haces, que
sea breve.
Ora siempre. De ser necesario, usa palabras.
Sacrilegio es sentir culpa por los pecados
perdonados.
Dios olvida el pasado. Imítalo.
Por la avaricia a menudo me he lamentado. Por la
generosidad… nunca.
Nunca te pierdas la oportunidad de leer una historia
a un niño.
Persigue el perdón, no la inocencia.
Sé doblemente amable con las personas que te traen
la comida o estacionan tu automóvil.
Al comprar un obsequio para tu esposa, lo práctico
puede resultar más caro que lo extravagante.
No le pidas a Dios que haga lo que tú quieras.
Pídele que haga lo que sea correcto.
No fueron los clavos los que fijaron a Dios a una
cruz. Fue amor.
Te darás por vencido con respecto a ti antes de que
lo haga Dios.
Reconoce la respuesta a la oración cuando la veas y
no te des por vencido cuando no.
La adulación es deshonestidad elegante.
El corazón correcto con el credo errado es mejor que
el credo correcto con el corazón errado.
Tratamos a otros del modo que percibimos que nos
trata Dios.
A veces lo más piadoso que podemos hacer es tomarnos
un día de descanso.
La fe en el futuro engendra poder en el presente.
Nadie es inútil para Dios. Nadie.
El conflicto es inevitable, pero el combate es
opcional.
Nunca perdonarás a nadie más de lo que Dios ya te ha
perdonado.
Alcanza el éxito en lo que tiene importancia.
Lamentarás haber abierto la boca. Pocas veces
lamentarás haberla mantenido cerrada.
Ver el pecado sin la gracia produce desesperanza.
Ver la gracia sin el pecado produce arrogancia. Verlos juntos produce
conversión.
La fe es la firmeza del alma que le aporta osadía a
los sueños.
Dios no tiene reloj.
Nunca subestimes un gesto de afecto.
Cuando Jesús se fue al hogar, dejó abierta la puerta
de entrada.
Y para resumir todo:
En cuanto puedas, salda tus deudas.
Mientras puedas, brinda el beneficio de la duda.
Tanto como puedas, agradece. Él ya nos ha dado más
de lo que nos merecemos.
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