MODELOS GRIEGOS DE EXPANSIÓN DE LA NATURALEZA
MODELOS GRIEGOS DE EXPLICACIÓN DE LA
NATURALEZA
La idea de naturaleza está relacionada con las de origen, sustrato y
causa. Muchos filósofos han creído posible encontrar una sola sustancia que
realice todas estas funciones.
1.
Tales de Mileto
(-624-546, aprox.):
Viajero
inquieto y curioso, fue matemático, astrónomo y político, con fama de
"sabio distraído". Aristóteles lo consideró el primero de los
físicos. De su pensamiento filosófico, apenas sabemos nada:
·
Creía que la tierra descansaba sobre agua, que el agua
es el principio único de todas las cosas y que todas las cosas están «llenas de
dioses». Desconocemos si quería decir que todas las cosas son -o se componen
de- agua o, simplemente, que la tierra procede de ella, puesto que
sobre ella flota.
·
Muy probablemente Tales recogió estas ideas de la
cosmología egipcia y babilónica, además de sus observaciones personales (vivía
en Mileto, importante puerto de mar, y el agua es imprescindible para la vida).
Cuando afirma que «todas las cosas están llenas de dioses», probablemente se
refería a que toda la naturaleza, compuesta básicamente de agua, tiene vida
y movimiento propios; en ella, todo está vivo y animado (hilozoísmo).
"Aunque la propuesta de Tales pueda parecer
"rudimentaria", dio un paso fundamental. Comenzó a creer en algo
natural, el agua, como clave de todo. En tanto que matemático y astrónomo,
rechazaba las explicaciones míticas y alegóricas. La formulación de hipótesis
físicas para explicar el universo le convirtió en la excepción entre los
griegos de su tiempo." [F. Nietzsche, La filosofía en la época trágica
de los griegos. Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1932: 329-330]
2.
Anaximandro de Mileto (-610-545, aprox.):
Seguramente discípulo de Tales, fue el primero en
escribir un libro «sobre la naturaleza» (peri fuseos) y emprendió incluso
expediciones de investigación (a Apolonia, junto al mas Negro, p.ej.), ideó
métodos para determinar la distancia y tamaño de las estrellas y afirmó que la
tierra es esférica y ocupa el centro del mundo.
·
Ninguna sustancia concreta de las que existen en el
universo podría ser el principio [_??? -fue el primero, parece, que utilizó el
término] de todo, pues todas proceden de él; por tanto, debe ser algo indefinido/indeterminado
(ápeiron [apeiron]. El ápeiron es «inmortal e
indestructible», «eterno y no envejece» (le atribuye caracteres propios de los
dioses de la mitología griega).
«El principio (arch) de todas las cosas es el ápeiron.
Ahora bien, a partir de donde hay generación para las cosas, allí también se
produce la destrucción, según la necesidad; en efecto, pagan las culpas unas a
otras y la reparación de la injusticia según el orden del tiempo» (Fr.
I).
·
La destrucción de unos seres engendra otros, y este
es un proceso necesario, regular e inevitable en el cosmos. Hay una especie de
ritmo cíclico en el universo, dentro del cual todo sale de y todo vuelve al ápeiron.
Anaximandro sugiere la posibilidad de innumerables mundos sucesivos, que
aparecen y desaparecen dentro de un mismo marco temporal.
·
Entiende el orden existente en el universo como un orden
jurídico y moral («pagar culpas», «reparar», «injusticia»). Algunos
entendieron aquí que existir es separarse del magma inicial y vivir supone
usurpar el futuro, una injusticia que ha de ser pagada con la muerte (=
budismo). Probablemente sea más acertado pensar que del ápeiron
comienzan a separarse sustancias opuestas entre sí; cuando una prevalece
sobre otra, se produce una reacción que restablece el equilibrio (ej.: la
alternancia de estaciones frías/húmedas y cálidas/secas).
·
Anaximandro ya incluye una cosmología que
narra la formación del cosmos (y del hombre) sin recurrir a representaciones
míticas. Por rotación se separan en el ápeiron lo frío y lo caliente. Lo
frío/húmedo ocupa el centro, y a su alrededor gira una masa de fuego. Por el
calor se evapora una parte del agua y surge la tierra seca; se forma el cielo
como una cortina de vapor, por cuyos orificios podemos ver el fuego exterior,
las estrellas. Los primeros animales surgieron del agua o del barro calentado
por el sol, y del agua pasaron a la tierra. Los hombres descienden de los
peces; probablemente los primeros se criaron dentro de alguno y, ya adultos,
fueron arrojados a la tierra.
3.
Anaxímenes de Mileto
(-585-524):
·
Discípulo de Anaximandro, pensaba que todo tenían
un principio único e infinito, pero no indeterminado, sino concreto: era el aire,
del que todos los seres derivan por rarefacción (convierte el aire en
fuego) o condensación (transforma el aire primero en viento, después en
nube y, finalmente, en agua, que sobre la tierra puede convertirse en piedra).
·
Concibe el mundo como algo vivo:
"Lo mismo que nuestra alma, que es aire, nos sostiene, igualmente el aire
envuelve al mundo entero".
4.
Pitágoras y los
pitagóricos:
Respecto a
Pitágoras cuesta averiguar qué fue leyenda y qué realidad. Nació en Jonia (en
la isla de Samos) hacia el 572 a.C. Conoció probablemente a Anaximandro de
Mileto. Fue un gran viajero, y se supone que conoció Egipto, Babilonia (y allí
a Zoroastro, fundador de la religión dualista persa) y la India. Abandonó Samos
cuando bajo la tiranía de Polícrates, se trasladó a Italia y estableció en
Crotona. Allí fundó una secta filosófico-religiosa: hombres, mujeres y niños
vivían en comunidad de bienes, manteniendo una disciplina y ascesis rigurosa y
guardando en secreto las doctrinas que aprendían. Fue enormemente célebre e
influyente. Se le llegaron a atribuir incluso milagros. Pero la secta, con
enorme poder e influencia en la ciudad, despertó envidias y recelos, hasta que
una revolución popular les expulsó. Se refugió Pitágoras en Metaponto, donde
poco después murió. Pero la secta volvió a ganar adeptos y consiguió hacerse
muy fuerte entre las ciudades de la Magna Grecia, hasta que otro movimiento
popular la mermó. Cuesta mucho averiguar qué doctrinas eran del fundador y
cuáles de sus discípulos, porque todas se las atribuían a él. Discípulos
célebres: Alcmeón (s. VI-V), Filolao (s. V) y Eurito (s. V), todos de Crotona.
·
El pitagorismo tiene un contenido místico-religioso:
sostiene la doctrina de la transmigración de las almas (» orfismo) y el parentesco
entre todos los seres vivos. Creían también en un eterno retorno
de los mismos acontecimientos en ciclos cerrados. Sus normas de abstinencia
eran rígidas, así como sus rituales y costumbres morales.
·
Naturaleza y
matemáticas: Fueron sobre todo matemáticos, y recurrieron a
sus conocimientos matemáticos para elaborar su teorías sobre la naturaleza
(origen, sustrato, causa) de lo real. Observaron que muchas propiedades y
comportamientos de los objetos pueden ser formulados matemáticamente, y
supusieron que todos los seres del universo son formulables matemáticamente [De
esta intuición se nutre la ciencia actual]. Diversas experiencias les
convencieron de que los números son los principios de todas las cosas
(p.ej.: los intervalos entre las notas musicales de la lira pueden expresarse
numéricamente). Y entendieron los números espacialmente, confundiendo el
punto geométrico con la unidad aritmética. Las cosas se componen de números
porque son agregaciones de unidades-puntos.
·
Los seres del universo se acomodan a las
previsiones y explicaciones matemáticas porque los principios de las
matemáticas son también los principios de los seres reales. Puesto que la
esencia de las matemáticas son números, afirmaron que los números
constituyen la naturaleza del universo. Intentaron asignar un número a cada
cosa e indagaron sobre el origen de los números y nuestro sistema decimal.
·
Para ello, los números proceden de la oposición
par-impar, y propusieron explicaciones dualistas de la naturaleza,
estableciendo oposiciones entre términos como par-impar, limitado-ilimitado,
bueno-malo, luz-oscuridad, recto-curvo, cuadrado-oblongo, etc., como
concreciones de esos dos principios fundamentales. El dualismo como rasgo más
característico del pitagorismo puede tener origen en los contactos de Pitágoras
con Zoroastro. El dualismo no era sino una versión más de la doctrina de los opuestos
que hallamos en los filósofos jonios. De ahí que consideren importante la
noción de armonía, entendida como la unión de cosas disímiles y
diferentes, como la concordancia de cosas discordantes.
·
Su cosmología intenta ser una explicación
global del cosmos, aunque oscura y enigmática. Creían que primero existió la
Unidad (= lo limitado), rodeada por lo ilimitado. Después, la unidad se
escindió en dos: en medio se introduce el vacío de los ilimitado y surgen así
el número 2 y la línea. Después se generan el 3 y el triángulo (la figura plana
más simple) y el 4 y el tetraedro (el sólido más simple).
·
Describen el mundo como un cosmos en
armonía, anticipando en algunos aspectos las doctrinas de Copérnico: el cosmos
es una esfera en cuyo centro hay un fuego originario. Después están los cuerpos
celestes (Tierra, Luna, Sol, los cinco planetas y el cielo de las estrellas
fijas, más la Anti-tierra, para completar el número 10 de los planetas). Todo
este conjunto está envuelto por una esfera de fuego. El movimiento de los
astros y estrellas produce una música maravillosa que no oímos por estar
acostumbrados a ella desde el nacimiento. Música y armonía, traducibles
en números, son los principios del universo pitagórico.
5.
Heráclito y
Parménides: Naturaleza y logos
a)
Heráclito de Éfeso (544-484 a.C., aprox.): Apenas tenemos noticias sobre su vida.
Apodado «el Oscuro» por el carácter enigmático de sus afirmaciones, conoció el
pensamiento de los filósofos de Mileto y el de Pitágoras. Su filosofía fue
entendida como una contraposición a la de Parménides.
·
El principio del universo
es el fuego, eterno y encendiéndose o apagándose según cierto
orden y medida: «Este mundo (...) no lo ha creado ningún hombre o dios; siempre
fue, es y será fuego eternamente vivo» (Fr. 30). Tanto las cosas
individuales como el universo entero salen del fuego y vuelven a él, perecen en
fuego, en una especie de conflagración universal, para luego volver a renacer.
Apunta así la idea de «ciclo cósmico» (ya sugerida por Anaximandro), una
versión del mito griego del Eterno Retorno, que reaparecerá en Platón y
los estoicos. Heráclito plantea también la idea de un «juicio universal»,
en el que el fuego juzgará y condenará todas las cosas (Fr. 66),
influido probablemente por la astronomía caldea y babilónica y por las
religiones mistéricas.
·
Afirmó radicalmente que todo cambia y nada
permanece; el universo es un continuo devenir en el que nada es
idéntico consigo mismo porque todo está sometido a continuas transformaciones.
El mundo está en flujo permanente, por lo que «no es posible
introducirse dos veces en el mismo río, tocar dos veces una sustancia mortal en
el mismo estado, dado que por el ímpetu y la velocidad de los cambios se
dispersa y vuelve a reunirse, viene y desaparece» (Fr. 91). Esto casi le
aboca a una actitud irracional ante lo real.
·
La ley que rige el
universo es la «lucha de contrarios», pues en
sus extremos los contrarios se funden en una sola cosa (Dios es día-noche,
invierno-verano, guerra-paz, hartazgo-hambre. Cambia como el fuego). Esto
significa que la realidad tiene una estructura contradictoria. Todas las
cosas surgen de la contradicción y la discordia: «La guerra es el padre y rey
de todas las cosas» (Fr. 53); «la guerra es común a todas las cosas y la
justicia es discordia, y todas sobreviven por la discordia y la necesidad» (Fr.
80).
·
Pero la contradicción engendra armonía: «Lo
contrario llega a concordar, y de las discordias surge la más hermosa armonía»
(Fr. 8). La armonía que caracteriza al universo no es una armonía
estática, sino dinámica: un «equilibrio dinámico de tensiones entre contrarios»,
una armonía tensa, como en el arco o la lira (Fr. 51), aunque difícil de
comprender para los hombres. De este modo anticipó con acierto lo que será
conocido después como pensamiento dialéctico.
·
Los cambios -el
devenir- no suceden de modo caótico o irracional, sino de acuerdo con ciertas
leyes y principios. A todos los cambios del universo
subyace un mismo y único principio que los explica. En el universo hay una
ley única, una razón oculta, un lógos que todo lo
orienta y unifica. Afirma que esa razón universal está también en el hombre,
y constituye su propia razón. Por eso el orden de lo real es compatible con el
orden de la razón. Tanto la mente humana como la realidad están regidos por las
mismas leyes. El problema es que la mayoría de los hombres parecen distraídos y
sonámbulos:
«Aunque el lógos es común, la mayoría vive
como si no poseyese inteligencia propia. Aunque escuchan no entienden. A ellos
se les aplica el proverbio: "Presentes pero ausentes". El lógos,
que es eterno, no lo entienden los hombres al escucharlo por primera vez ni
después de que lo han oído. Los que velan tienen un cosmos único y común; lo
que duermen retornan al suyo propio y particular» (Fr. 2, 34, 1, 89).
·
La filosofía de Heráclito tiene una orientación
«trágica», racionalista y aristocrática. El alma humana es una parte del
cosmos; tiene naturaleza ígnea ("fogosa") y está en continua
modificación, por lo que experimenta en sí misma la tragedia del devenir y la
contradicción. La misión del alma es conocer el lógos universal y
penetrar en sí misma: «Los límites del alma no podrás hallarlos aunque
transites todos los caminos; tan profundo es su lógos» (Fr. 45). El alma
se mantiene viva por el conocimiento y gracias a él conserva su máximo carácter
ígneo, sobrevive a la muerte y se une definitivamente al fuego cósmico.
b)
Parménides de Elea (540-470 a.C.):
En Elea
-Italia meridional- se funda otra "escuela" filosófica, aunque
reducida. Se atribuye su fundación a Jenófanes de Colofón, un jonio emigrado a
Italia, cuyos discípulos habrían sido Parménides y otros. Pero es más probable
que fuese Parménides el fundador de la escuela eleática. Parménides participó
en la redacción de las leyes de Elea. Muy probablemente su iniciación a la
filosofía la hizo entre los grupos pitagóricos, cuyo estilo de vida imitaba,
según algunos testimonios. Pero más tarde los abandonó, fundó su propia escuela
y desarrolló una filosofía propia, muy valorada por filósofos posteriores como
Platón («digno de veneración y tremendo a la vez», le consideraba Platón).
·
Su
doctrina la expuso en un Poema compuesto de hexámetros, con referencias
críticas a las ideas pitagóricas, a Anaxímenes y parece que también a
Heráclito. Se conservan importantes fragmentos del Poema, aunque su
interpretación resulta enormemente difícil y aleatoria. El Poema tiene
un proemio de resonancias míticas, donde se indica que a continuación viene una
«revelación filosófica». Y el contenido se divide en dos partes: (1ª) la
vía de la verdad -en la que Parménides expone su filosofía- y (2ª) la
vía de la opinión, donde expone una cosmología con muchos elementos
pitagóricos que considera engañosa. Sólo interesa la primera parte, algo
enigmática:
«Te diré -escucha con atención mi
palabra- cuáles son las únicas vías de investigación que podemos pensar; una:
que se es y que no es posible no ser; es el camino de la persuasión (acompaña,
en efecto, a la verdad);
otra: que no se es y que es necesario no ser. Te mostraré que este sendero es por completo inescrutable; en efecto, no conocerás lo que no es (porque es inaccesible) ni lo mostrarás. Pues lo mismo es el pensar y el ser pensado» (Fr. 2-3).
otra: que no se es y que es necesario no ser. Te mostraré que este sendero es por completo inescrutable; en efecto, no conocerás lo que no es (porque es inaccesible) ni lo mostrarás. Pues lo mismo es el pensar y el ser pensado» (Fr. 2-3).
A pesar de su complicación, Parménides
probablemente estaba dando a entender algo relativamente sencillo: "lo que
es" (el Ser) es y puede pensarse. «Lo que no es» (el no-Ser) ni es ni
puede pensarse.
·
De una realidad única
no puede surgir lo múltiple. Si sólo existía agua
en un principio, ¿cómo es que han surgido muchos más elementos diferentes? El
agua ni pudo originarse a partir de otra sustancia diferente ni puede
transformarse en otra cosa. Lo que nunca existió, no puede surgir de golpe; y
lo que de siempre ha existido no puede ser destruido. El ente -"lo que
hay", el Ser, "lo que es"- es inengendrado (ingénito),
indestructible, finito, compacto, homogéneo, indivisible, esférico e inmóvil.
Es inengendrado e imperecedero porque de lo contrario habría que suponer que
procede del no-Ser y vuelve a él; pero el no-Ser es impensable e inexistente.
·
Lo que hay o existe ha
de ser una realidad única, individual. Tiene que
ser «uno» porque si hubiera otra cosa distinta sería el no-Ser. Inmóvil, porque
de moverse se encaminaría hacia el no-Ser. E indivisible, porque entre sus
partes existiría el vacío (el no-Ser).
·
Parece que a Parménides sólo le interesan dos
conceptos contrapuestos, el Ser y el no-Ser. Tres pudieron ser los objetivos de
Parménides al centrar su investigación en tales conceptos:
1º. Demoler
la filosofía de sus predecesores, especialmente de los pitagóricos,
mediante la negación del vacío y de la pluralidad. El cambio y el movimiento
serían algo ilusorio. Ataca el dualismo pitagórico aceptando sólo una parte de
los atributos del Ser en la doctrina pitagórica: limitado, uno, inmóvil.
2º. Parménides
entiende por «Ser» la realidad, el mundo, y lo concibe como algo corpóreo
(no distinguía entre objetos materiales e inmateriales). El mundo sería como
una esfera compacta, redonda, inmóvil y eterna.
3º. Por
primera vez, plantea el problema filosófico del conocimiento: la dificultad
para distinguir entre verdad y apariencia u opinión.
La razón -el pensamiento- sería la vía más fiable para obtener conocimiento,
mientras que la opinión sería un conocimiento basado en apariencias
engañosas.
Consecuencias:
a.
Si de la unidad no puede surgir la pluralidad y
estamos obligados a aceptar la existencia de una única realidad, el
movimiento y la pluralidad son algo incomprensible e inaceptable para la razón
humana.
b.
Su insistencia en lo
permanente le lleva a eliminar o rechazar el movimiento o cambio de apariencia
en las cosas. Pero esto significa eliminar el conocimiento
sensible, sobrevalorando la razón abstracta.
c.
Semejante visión monista de la realidad es
una exigencia necesaria de la razón, del lógos. Pero Parménides tiene una noción
abstracta, formal, del ente o de la realidad: prescinde de todas las
características que diferencian a los seres/entes reales.
Zenón de Elea (490-420 a.C.) será uno de los discípulos más
célebres de Parménides, sobre todo por sus famosas paradojas relacionadas con
el movimiento y la pluralidad (p.ej.: si Aquiles se moviera, nunca podría
alcanzar a una tortuga). Meliso de Samos, filósofo y guerrero valeroso
también -derrotó a los ateniense en el 440- siguió defendiendo la filosofía de
Parménides frente a la escuela pitagórica y Anaxágoras, aunque modificando
algunas de sus tesis: el ser sería infinito (Parménides los consideraba finito),
porque de ser finito estaría limitado en sus bordes por algo distinto, por el
no-Ser o el vacío. Y debería ser incorpóreo, porque de lo contrario
sería divisible en partes.
6.
Naturaleza y
mecanicismo (Empédocles, Anaxágoras y Demócrito)
Los
pensadores inmediatamente posteriores a Parménides vieron las consecuencias
absurdas a las que podía llevar una interpretación monista de la naturaleza
(poner una sola realidad como origen, sustancia y causa) impedía dar cuenta del
movimiento, el cambio y la pluralidad de lo existente. Por eso surgieron
filosofías pluralistas (Empédocles, Anaxágoras y Demócrito).
a)
Empédocles de Agrigento (495-435 a.C. aprox.):
Nació en
Agrigento, una bella ciudad de Sicilia, donde debió conocer el pitagorismo, la
doctrina de Heráclito y la de Parménides. Lo consideraban mago y profeta. Fue
un médico famoso e intervino activamente en favor de la democracia. Su muerte
está rodeada de leyenda: según algunos discípulos suyos, fue arrebatado al
cielo y convertido en dios; otra leyenda asegura que se arrojó al Etna para
purificarse por el fuego y penetrar en el seno de la Tierra. Escribió dos
poemas: Sobre la naturaleza y Purificaciones.
·
Coincide con Parménides en describir la realidad
como una esfera, y lo hace en estos términos: «Igual a sí misma por
todas partes y sin fin, fija en el fuerte refugio de la Armonía, está la Esfera
redonda que se goza en su soledad circular. No hay discordias ni luchas
indecentes entre sus miembros. Es igual a sí misma en todas direcciones y sin
fin; es una Esfera perfecta, en magnífica y circular soledad y llena de alegre
orgullo» (Fr. 27-28).
·
Dicha esfera equivale al Ser de Parménides. Pero
Empédocles sostiene que en el mundo hay movimiento y pluralidad de seres,
porque, en su interior, la esfera contiene cuatro elementos mezclados
que son las raíces de todas las cosas: fuego, aire, tierra y agua.
Parece como si Empédocles hubiese recogido los principios aportados por cada
filósofo anterior: de Tales, el agua; de Anaxímenes, el aire; de Heráclito, el
fuego; y él añade la tierra. Cada uno de esos elementos es eterno e
imperecedero, pero al mezclarse entre sí originan la enorme diversidad
de seres que conocemos.
·
Los cambios y alteraciones que se producen no son
más que combinaciones de los elementos primitivos, debido a dos fuerzas cósmicas:
al Amor y el Odio. Tales fuerzas rigen también el comportamiento
del ser humano, por lo que Empédocles tiene una visión "trágica" de
la existencia:
«Estos elementos nunca cesan de estar en
movimiento. En ocasiones se unen bajo la influencia del Amor, y de este modo
todo deviene lo Uno; otras veces se disgregan por la fuerza hostil del Odio
[...] y tienen una vida inestable. [...]
Este mismo combate de dos fuerzas se ve claramente
en la masa de los miembros de los mortales. A veces, por efecto del Amor, todos
los miembros que el cuerpo posee se unifican, cuando la vida está en su fase
floreciente. Pero otras veces, separados por el Odio cruel, vagan por su lado a
través de los escollos del mar de la existencia» (Fr. 17 y 20).
·
A partir de estas dos fuerzas, que crean procesos
de unión y separación, Empédocles desarrolla una teoría de los ciclos del
mundo, del Eterno Retorno. Primero reina el Amor en soledad, y la
Esfera es algo único, eterno, inmóvil y homogéneo (= el Ser de Parménides),
donde los cuatro elementos están mezclados. Por la acción del Odio se produce
la separación, que no suele ser completa: la acción conjunta del Odio y el Amor
origina el cosmos y todos los seres que contiene. Cuando triunfa el Odio, los
elementos se separan completamente, y cada cosa se une con su semejante: en el
centro, la tierra; en esferas concéntricas, el aire, el agua y el fuego.
Finalmente, el Amor vuelve a mezclarlos a todos de nuevo y se vuelve a la
Esfera, iniciándose un nuevo ciclo.
·
Elabora una antropología y una teoría de
la salud en el hombre que tendrá gran repercusión en la medicina griega
posterior. Considera al ser humano un «microcosmos» o mundo en miniatura
-puesto que contiene los cuatro elementos- y explica los procesos de conocimiento
por simpatía: "lo semejante conoce a lo semejante". Las cosas
producen emanaciones que penetran por los poros de la piel hasta encontrar algo
semejante a ellas en nosotros («comprendemos el amor por el amor y el odio por
el odio» [Fr. 109]). En el poema Purificaciones intenta revelar
el destino eterno del ser humano: habla de la preexistencia del alma, de
su situación en el cuerpo, de las transmigración a otros cuerpos y del camino
de salvación mediante la purificación.
b)
Anaxágoras de Clazomene
(500-428 a.C. aprox.):
Nació en
Clazomene, Jonia, y vivió los primeros años de la dominación persa. Después
marchó a Atenas, y fue uno de los primeros filósofos que se establecieron allí.
Tuvo la amistad de Pericles, que se convirtió en uno de sus discípulos. Hasta
el propio Sócrates escuchó sus lecciones, aunque algunas le decepcionaron. Tuvo
que abandonar Atenas forzado por los enemigos de Pericles, y volvió a Lámpsaco
(Jonia), donde murió. Sólo le preocupó el pensamiento y la teoría, y vivió
ajeno a cualquier tipo de actividad política. Como meta en su vida, no tuvo
otra que «vivir para contemplar el sol, la luna y el cielo». Lo mismo que
Empédocles, parte de los planteamientos de Parménides, aunque sostiene tesis
opuestas al monismo e inmovilismo del segundo.
·
Admite la pluralidad y
el movimiento, los cambios y transformaciones en la naturaleza. Sostiene
que todo existe desde siempre y nada nuevo puede originarse, aunque sí
combinaciones diferentes de los elementos iniciales.
·
Las partículas actuales proceden de una masa original
especialmente compacta y maciza, sin intersticios ni separación alguna.
·
Todo lo que se produce y sucede es resultado de la
mezcla de innumerables elementos: «Nada viene a la existencia ni es destruido,
sino que todo es resultado de la mezcla y la división» (Fr. 17). Queda
así explicada la pluralidad.
·
Llama a los elementos o «principios» iniciales
"semillas" (sp??µata, spérmata), que son cualitativamente
distintas y divisibles hasta el infinito. En cada cosa hay semillas de
todas las demás y "todo participa de todo": de todas las
sustancias que conocemos existen desde siempre partículas diminutas, acumuladas
las de una misma clase en cada objeto natural -homeomerías en el caso
del hombre-; pero en cada objeto están presentes partículas de todos los demás.
Un objeto determinado puede pasar fácilmente a ser otro distinto, si llegan a
predominar las semillas del segundo: en el plomo predominan las partículas de
plomo, pero están presentes también las de todos los demás objetos del
universo, aunque sea en cantidades mínimas.
·
Explica la pluralidad de objetos e individuos en el
universo y los cambios -generación de nuevos seres, corrupción y destrucción,
transformación- por la mezcla o disgregación de las semillas. El universo se
originó mediante un remolino o torbellino que proporcionó el movimiento
inicial y las primeras fuerzas de carácter mecánico (sólo identificó el aire,
el éter y otros elementos como causas). Su sistema, por tanto, se sitúa entre
una concepción finalista y otra mecanicista.
·
Como Parménides había hablado de una Esfera
inmóvil, Anaxágoras postuló un «principio de movimiento» que diera el impulso
inicial a la Esfera: le llamó «Noûs» (Entendimiento, Inteligencia,
Espíritu), la causa que imprimió a toda esa masa inerte un movimiento en
forma de remolino. El Noûs es algo separado, distinto, de la masa de
semillas; nada lo limita y es completamente autónomo; lo conoce
todo y tiene el máximo poder. Es la cosa más sutil y pura
de todas.
«El Espíritu gobierna todas las cosas que tienen vida,
tanto las más grandes como las más pequeñas. El Espíritu gobernó también toda
la rotación, de tal manera que comenzó a girar en el comienzo. [...] Esta
rotación hizo separarse las cosas. Lo denso se separa de lo raro, lo cálido de
lo frío, lo brillante de lo tenebroso y lo seco de lo húmedo. Hay muchas
porciones de muchas cosas, pero ninguna está separada ni dividida completamente
de la otra, salvo el Espíritu» (Fr. 12).
·
Fue le primero en exponer la idea de dios como
principio rector del universo. Aportó elementos para una concepción del universo
como resultado de una inteligencia que actúa conforme a fines, y por eso el
resultado de todos los procesos naturales es siempre la obtención de la
máxima perfección, belleza y armonía. A Platón y Aristóteles les entusiasmó
mucho la idea de una «Inteligencia universal», pero les decepcionó el que
Anaxágoras limitara su actividad a poner en marcha la Esfera, imprimiéndole un
movimiento rotatorio, sin hacerle intervenir después para nada, puesto que ya
son fuerzas de carácter mecánico las que explicarán todos los procesos físicos.
c)
Demócrito de Abdera (aprox. 460-370):
Nació y vivió en Abdera. Poco sabemos de su vida,
dedicada fundamentalmente al estudio y la reflexión. Su maestro fue Leucipo,
oriundo -parece- de Mileto, de cuya existencia algunos dudan, pero que otros
consideran discípulo de Parménides y Zenón. Cuesta discernir los elementos
aportados por Demócrito y las ideas atribuibles a Leucipo. Aunque Demócrito
escribió unos 52 libros sobre Física, Matemática y Música -según Trasilo, su
compilador-, todos se perdieron. Sólo nos han llegado algunos fragmentos sobre
Ética, como referencias incluidas en las obras de Aristóteles y otros
filósofos.
·
Como Parménides, acepta la imposibilidad de que la
pluralidad surja a partir de la unidad, y los rasgos que Parménides atribuye al
ente: inengendrado, indestructible, inmutable, finito, compacto, homogéneo e
indivisible. Pero no acepta que los átomos sólo sean esféricos (los hay de
otras formas) ni su unicidad. Pretende, como hicieron Empédocles y Anaxágoras, salvar
la pluralidad y el movimiento en el mundo, que percibimos por los sentidos.
«Algunos filósofos
antiguos creyeron que lo que es debe ser necesariamente uno e inmóvil, pues
siendo el vacío algo inexistente, no podríamos hablar de movimiento sin un
vacío separador [de la materia], ni existiría una pluralidad de cosas sin algo
que las separe. [...] Pero Leucipo creyó tener una teoría que, concordando con
la percepción de los sentidos, no hacía desaparecer el nacimiento, la
corrupción, el movimiento ni la pluralidad de seres» (Aristóteles, Sobre la
generación y corrupción, I, 8, 325 a).
·
Pero, a diferencia de Empédocles y Anaxágoras, admite
el vacío -el "no-ser"- y niega cualquier tipo de fuerza
(Amor, Odio, Noûs) ajena a la materia. Entre la multitud de realidades -átomos-,
es preciso que exista algo, el vacío, pues si existen dos cosas
separadas por algo, en realidad tendríamos tres cosas. Y si no hubiera
separación entre ellas, serían una sola y única cosa.
«Leucipo y su compañero
Demócrito sostuvieron que los elementos son tanto "lo compacto" como
"lo vacío", a lo cuales llamaron "ser" y "no
ser", respectivamente. El ser está lleno, es compacto y sólido; el no-ser,
es vacío y sutil. Como el vacío existe no menos que lo sólido, se sigue que el
no-ser existe no menos que el ser. Juntos los dos constituyen las causas
materiales de las cosas existentes» (Aristóteles, Metafísica, I, 4, 985
b).
·
El vacío no es real si sólo consideramos real la materia que palpamos. Pero es
algo real en cuanto que efectivamente existe o está presente entre dos
sustancias distintas. El vacío tiene una importancia decisiva: hace
posible la pluralidad y también el movimiento. Sin vacío, las partículas
quedaban aprisionadas en la masa compacta de Anaxágoras. Pero gracias al vacío,
los átomos pueden moverse libremente por él.
·
El mundo consta de infinitas partículas indivisibles
(átomos), sólidas y compactas, inmutables (cada átomo individual posee
las características del «ser» de Parménides, con la diferencia de que son infinitos
en número). Carecen de cualidades sensibles y sólo se distinguen entre
sí por la figura y la posición. Poseen movimiento propio y
espontáneo en todas las direcciones (como las partículas de polvo en suspensión
iluminadas por un rayo de sol). Chocando entre sí se enganchan y unen o rebotan
y se separan. A veces se originan torbellinos de átomos que dan lugar a
mundos infinitos, todos ellos perecederos.
·
Los choques entre los átomos son fortuitos, regidos
por el azar. No obedecen a ninguna ordenación inteligente ni se orientan
hacia un fin determinado. Materia, vacío y movimiento son los únicos
elementos del cosmos atomista, una doctrina típicamente mecanicista.
·
El movimiento no se
inició en ningún momento concreto, porque
los átomos siempre se han movido eternamente en el vacío. Se quita así, de un
plumazo, el problema del origen.
·
Toda forma de
conocimiento se reduce al tacto o contacto.
Los objetos emanan átomos (eidola, eídola) que viajan por el vacío y, al chocar
con los órganos de nuestros sentidos, producen el conocimiento. Pero esto no
significa que captemos las cosas tal como realmente son, pues cada uno capta de
manera peculiar las cualidades de las cosas que nos transmiten los átomos. El pensamiento
surge por una concentración de átomos anímicos en alguna parte del cuerpo,
dotados de movimiento espontáneo. El alma son también un conjunto de
átomos cuyas fuerzas mueven al cuerpo.
Conclusión:
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