PORQUE IBA JESÚS A FIESTAS
Por qué iba
Jesús a fiestas
Había planificado escribir un capítulo basado en
doce versículos esta semana, pero no logré pasar más allá del segundo
versículo. No debería hacer eso. Se supone que presente la historia completa.
Tenía la intención de hacerlo, de veras que sí. Pero me quedé atrapado. El segundo
versículo no me soltaba, me tomó como rehén, así que dediqué la lección
completa a un versículo. Resultó ser una pequeña frase cautivante.
Te contaré acerca de la misma, luego de preparar el
escenario.
Imagínate seis hombres caminando por un estrecho
camino. El dorado amanecer irrumpe a sus espaldas, haciendo que se alarguen las
sombras hacia el frente. El fresco de la madrugada obliga a ceñirse firmemente
las ropas. La hierba resplandece por el efecto de los diamantes de rocío.
Los rostros de los hombres tienen vehemencia, pero
son comunes. Su líder es seguro, pero desconocido. Lo llaman Rabí; más se
parece a un obrero. Y está bien que así sea, pues ha pasado mucho más tiempo
construyendo que enseñando. Pero esta semana se ha iniciado la enseñanza.
¿Hacia dónde se dirigen? ¿Al templo para adorar? ¿A
la sinagoga para enseñar? ¿A las colinas para orar? No se les ha dicho, pero
cada uno tiene su idea al respecto.
Juan y Andrés esperan que los lleven al desierto.
Allí fue donde los llevó su maestro anterior. Juan el Bautista los guiaba a las
colinas desérticas y oraban muchas horas. Ayunaban durante días. Anhelaban la
llegada del Mesías. Y ahora, el Mesías está aquí.
Seguramente Él hará lo mismo.
Todos saben que un Mesías es un hombre santo. Todos
saben que el negarse uno mismo es el primer paso hacia la santidad. Con toda
seguridad la voz de Dios la oyen primero los ermitaños. Jesús nos lleva a la
soledad. Al menos eso piensan Juan y Andrés.
Pedro tiene otra opinión. Pedro es un hombre de
acción. Del tipo de persona que se arremanga. De los que se ponen de pie y
hablan. Le agrada la idea de ir hacia alguna parte. El pueblo de Dios necesita
estar en movimiento. Quizás nos lleva a algún sitio para predicar ,
piensa para sí. Y al caminar, Pedro bosqueja su propio sermón, por si Jesús
necesita un descanso.
Natanael estaría en desacuerdo. Ven y ve ,
había invitado su amigo Felipe. De modo que vino. Y a Natanael le agradó lo que
vio. En Jesús vio a un hombre de pensamiento profundo. Un hombre de meditación.
Un corazón para la contemplación. Un hombre que, al igual que Natanael, había
pasado horas bajo la higuera reflexionando acerca de los misterios de la vida.
Natanael estaba convencido de que Jesús los llevaba a un sitio donde
reflexionar. Una silenciosa casa en una lejana montaña, hacia allí nos
dirigimos.
¿Y con respecto a Felipe? ¿Qué pensaba él? Era el
único apóstol de nombre gentil. Cuando los griegos vinieron buscando a Jesús,
Felipe fue la persona a la que se acercaron. Posiblemente tenía contactos
griegos. Tal vez tenía un corazón para los gentiles. De ser así, esperaba que
esta travesía fuese un viaje misionero… fuera de Galilea. Fuera de Judea.
Entrando a una tierra lejana.
¿Ocurrió tal especulación? ¿Quién lo sabe? Sé que
ocurre hoy en día.
Sé que los seguidores de Jesús a menudo se alistan
con elevadas aspiraciones y expectativas. Los discípulos entran a las filas con
programas sin verbalizar pero sentidos. Labios listos para predicar a miles.
Ojos fijos en costas extranjeras. Sé hacia dónde me llevará Jesús ,
proclaman los jóvenes discípulos, y así ellos, al igual que los primeros cinco,
siguen.
Y ellos, al igual que los primeros cinco, son
sorprendidos.
Quizás fue Andrés el que lo preguntó. A lo mejor
Pedro. Es posible que todos se hayan dirigido a Jesús. Pero apuesto a que en
algún momento del viaje los discípulos expresaron sus suposiciones.
-Así que Rabí, ¿hacia dónde nos llevas? ¿Al
desierto?
-No -opina otro-, nos lleva al templo.
-¿Al templo? -desafía un tercero-. ¡Nos dirigimos
hacia donde están los gentiles!
Luego se genera un coro de confusión que acaba
únicamente al levantar Jesús su mano y decir con suavidad:
-Nos dirigimos a un casamiento.
Silencio. Juan y Andrés se miran entre sí.
-¿Un casamiento? -dicen-. Juan el Bautista jamás
habría asistido a un casamiento. Vaya, si allí se bebe, hay risas y bailes…
-¡Y ruido! -aporta Felipe-. ¿Cómo se puede meditar
en un ruidoso casamiento?
-¿O predicar? -agrega Pedro.
-¿Por qué tenemos que ir a un casamiento?
Buena pregunta. ¿Por qué llevaría Jesús a sus
seguidores, en su primer viaje, a una fiesta? ¿No tenían trabajo que realizar?
¿No tenía principios que enseñar? ¿No estaba limitado su tiempo? ¿Cómo podía
caber un casamiento en su propósito en la tierra?
¿Por qué fue Jesús al casamiento?
¿La respuesta? Se encuentra en el segundo versículo
de Juan 2 (el versículo del cual no pude pasar). «Y fueron también invitados a
las bodas Jesús y sus discípulos».
Cuando los novios hicieron la lista de invitados,
incluyeron el nombre de Jesús. Y cuando Jesús se presentó con una media docena
de amigos, no fue revocada la invitación. Quienquiera que fuese el anfitrión de
esta fiesta estaba feliz de que Jesús estuviese presente.
-Asegúrense de anotar el nombre de Jesús en la lista
-quizás haya dicho-. Él verdaderamente le da vida a una fiesta.
Jesús no fue invitado por ser una celebridad. Aún no
lo era. La invitación no la motivó sus milagros. Todavía no había efectuado
ninguno. ¿Por qué lo invitaron?
Supongo que se debía a que lo querían.
¿Gran cosa? A mí me parece que sí. Creo que es
significativo que la gente común de un pequeño pueblo disfrutara de estar con
Jesús. Creo que vale la pena destacar que el Todopoderoso no se comportaba de
manera arrogante. El Santo no era santurrón. Aquel que todo lo sabía no era un
sabelotodo. El que hizo las estrellas no tenía la cabeza metida en ellas. El
que posee todo lo que hay en la tierra nunca la recorrió con altivez.
Nunca. Pudo haberlo hecho. ¡Ciertamente podría
haberlo hecho!
Podría haber sido de los que dejan escapar nombres
al descuido: «¿Alguna vez te conté de la ocasión en que Moisés y yo subimos
a la montaña?»
Podría haber sido jactancioso: «Oye, ¿quieres que
te teletransporte al siglo veinte?»
Podría haber sido un engreído: «Sé lo que estás
pensando. ¿Quieres que te lo demuestre?»
Podría haber sido altanero y soberbio: «Poseo
algunas tierras en Júpiter…»
Jesús podría haber sido todas estas cosas, pero no
lo fue. Su propósito no era jactarse, sino sólo acudir. Se esforzó sobremanera
por ser tan humano como cualquier otro. No necesitaba estudiar y sin embargo
iba a la sinagoga. No tenía necesidad de ingresos y sin embargo trabajaba en el
taller. Conocía la comunión con los ángeles y escuchaba las arpas del cielo,
sin embargo asistía a fiestas organizadas por cobradores de impuestos. Y sobre
sus hombros pesaba el desafío de redimir a la creación, no obstante, dedicó el
tiempo de recorrer a pie ciento cuarenta y cuatro kilómetros que separaba a
Jericó de Caná para asistir a una boda.
Como resultado, la gente lo quería. Por supuesto que
había quienes se burlaban de sus declaraciones. Lo llamaban blasfemo, pero
nunca lo acusaron de fanfarrón. Lo acusaron de herejía, pero nunca de
arrogancia. Lo tildaron de radical, pero nunca de inaccesible.
No existe indicio de que alguna vez haya usado su
condición celestial para ganancia personal. Jamás. Simplemente uno no recibe la
impresión de que sus vecinos se hayan cansado de su arrogancia y hayan
preguntado: «Pues bien, ¿quién piensas que te hizo Dios?»
Su fe hacía que le amasen, no que lo detestasen.
¡Ojalá la nuestra produjese el mismo efecto!
¿De dónde sacamos la idea de que un buen cristiano
es un cristiano solemne? ¿Quién inició el rumor de que lo que identifica a un
discípulo es una cara larga? ¿Cómo creamos esta idea de que los verdaderamente
dotados son los de corazón apesadumbrado?
¿Me permites declarar una opinión que tal vez
produzca el arqueo de una ceja? ¿Me permites que te diga por qué pienso que fue
Jesús al casamiento? Pienso que fue al casamiento para… agárrate fuerte, presta
atención a lo que digo, permíteme que lo diga antes de que calientes la brea y
desplumes la gallina… creo que Jesús fue al casamiento para divertirse.
Considéralo. Había sido una temporada difícil.
Cuarenta días en el desierto. Nada de comida ni agua. Una confrontación con el
diablo. Una semana dedicada a la iniciación de unos novatos galileos. Un cambio
de trabajo. Se ha ido de casa. No ha sido fácil. Un descanso sería bienvenido.
Una buena comida con buen vino acompañados de buenos amigos… pues bien, suena bastante
agradable.
Así que hacia allá se dirigen.
Su propósito no era el de convertir el agua en vino.
Eso fue un favor para sus amigos.
Su propósito no era el de demostrar su poder. El
anfitrión del casamiento ni siquiera supo lo que hizo Jesús.
Su propósito no era el de predicar. No existe
constancia de un sermón.
Realmente queda sólo un motivo. Diversión. Jesús fue
al casamiento porque quería a la gente, le gustaba la comida y, el cielo no lo
permita, hasta puede ser que haya querido dar un par de vueltas bailando con la
novia. (Después de todo, Él mismo está preparando una gran boda. ¿Sería que
quería practicar?)
Así que, perdónenme, diácono Polvoseco y hermana
Corazontriste. Lamento arruinar su marcha fúnebre, pero Jesús era una persona
amada. Y sus discípulos debieran serlo también. No hablo de libertinaje,
borrachera y adulterio. No apoyo la transigencia, la grosería ni la obscenidad.
Sólo soy un cruzado a favor de la libertad de disfrutar de un buen chiste, dar
vida a una fiesta aburrida y apreciar una noche entretenida.
Tal vez estos pensamientos te sorprendan. A mí
también. Hace bastante que no tildo a Jesús de amante de fiestas. Pero lo era.
¡Sus adversarios lo acusaban de comer demasiado, beber demasiado y de andar con
el tipo menos adecuado de personas! (Véase Mateo 11.19 .) Debo confesar: Hace
rato que no me acusan de divertirme demasiado. ¿Y a ti?
Solíamos ser buenos para eso. ¿Qué nos ha sucedido?
¿Qué le pasó al gozo puro y a la risa sonora? ¿Será que nos atoran nuestras
corbatas? ¿Será que nos dignifican nuestros diplomas? ¿Será que los bancos de
iglesia nos ponen tiesos?
¿No sería posible que aprendamos a ser niños otra
vez?
Traigan las canicas… (¿y qué si los zapatos se
estropean?).
Traigan el bate y el guante… (¿y qué si duelen los
músculos?).
Traigan los caramelos… (¿y qué si se te pegan a los
dientes?).
Vuelve a ser niño. Sé simpático. Ríete. Moja tu
galletita en tu leche. Duerme una siesta. Pide perdón si hieres a alguien.
Persigue una mariposa. Vuelve a ser niño.
Relájate. ¿No tienes personas que abrazar ni piedras
que saltar ni labios que besar? Alguien debe reírse de Bugs Bunny; ¿por qué no
tú? Algún día aprenderás a pintar; ¿por qué no hacerlo ahora? Algún día te
jubilarás; ¿por qué no hacerlo hoy?
No me refiero a jubilarte de tu trabajo, sólo
jubilarte de tu actitud. Sinceramente, ¿alguna vez las quejas han mejorado el
día? ¿Ha pagado las cuentas el rezongar? ¿Ha producido algún cambio la
preocupación por el mañana?
Deja que otro controle el mundo por un tiempo.
Jesús dedicó tiempo para una fiesta… ¿no deberíamos
hacerlo nosotros también?
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