VISIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL CAPITULO 5
VISIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL
Visión del Santuario Celestial
Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el
cielo: y la primera voz que oí, como de trompeta hablando conmigo, dijo: Sube
acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán
después de estas (4:1).
Al decir
“después de esto”, el texto indica que lo que Juan verá y oirá habrá de suceder
luego de lo que experimentó en los capítulos que anteceden. Aquellos que promueven la doctrina del
“rapto” indican que el hecho que la voz diga a Juan “sube acá” representa el momento en que el señor llama a
su iglesia al cielo en ocasión de la segunda venida, lo que ellos llaman “el
rapto” o “arrebatamiento secreto”. Para
sostener esta teoría, enseñan además que todo lo que está descrito en el resto
del libro habrá de acontecer luego del rapto, cosa que es imposible, ya que las
profecías de Apocalipsis no pueden tomarse con un orden cronológico. Ellos mismos usan textos de los capítulos
siguientes para sostener muchas de sus
interpretaciones.
Hay muchas profecías que son históricas, que van
desde los comienzos de la era cristiana hasta el fin de los tiempos. Las profecías tienen su comienzo y su fin y
han de tomarse separadamente, aunque varias de ellas tienen relación una con la
otra. La orden de Apocalipsis 4:1
simplemente significa que Juan, que se hallaba en la isla de Patmos, es llevado
al cielo, donde experimentará la serie
de visiones que describe de aquí en adelante.
Y al
instante yo estaba en el Espíritu, y he aquí un trono establecido en el cielo,
y en el trono uno sentado. Y el aspecto
del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había
alrededor del trono un arcoíris, semejante en el aspecto a la esmeralda. Y
alrededor del trono había veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con
coronas de oro en sus cabezas. Y del
trono salían relámpagos truenos y voces; y delante del trono ardían siete
lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios (4:2-5).
El
profeta contempla un gran trono en el cielo.
Esta es la gloria del Santuario celestial. El que está sentado sobre el trono es
obviamente Dios, el Padre, pero Juan sólo contempla una forma gloriosa, que
describe como “semejante a una piedra de jaspe y de cornalina”. El jaspe se
menciona más bien por su gran brillantez que por su color. La cornalina produce una luz rojiza muy
brillante. Lo que importa es que todo lo
que Juan ve es la gloria del Dios del
Universo. El arcoíris tiene aspecto a la
esmeralda indicando que es de un color verde, contrastando con el rojizo de la
cornalina. El arcoíris representa la unión
entre la justicia y la misericordia, características esenciales de la
Divinidad.
¿Quienes
son estos 24 ancianos o ministros que están delante del trono? Estos son los ayudantes de nuestro Sumo Pontífice,
Cristo Jesús, en el servicio del santuario celestial. ¿Son acaso ángeles? No.
Son seres humanos. ¿Por qué? Sus ropas blancas significan la justicia de
Cristo, de la cual disfrutan todos los redimidos de Dios. Sus coronas significan que son victoriosos
sobre el pecado, indicio adicional de que son seres humanos. En el capítulo 5, verso 9 los hallamos
alabando al Cordero de Dios por una razón muy especial: “nos has redimido para
Dios con tu sangre.” Cristo no murió para salvar a los ángeles, sino a la raza
humana caída.
En
el servicio del santuario terrenal el sumo sacerdote tenía 24 otros sacerdotes
que ministraban con él. Estos eran
substituidos cada dos semanas. Ahora
Cristo, al asumir el puesto de Sacerdote Supremo, cuenta con el servicio de
estos hombres que fueron redimidos por medio de su sacrificio. ¿Cómo sabemos esto? En Mateo 27:52,53 se nos dice que al morir
Cristo en la cruz “se abrieron los sepulcros; y muchos cuerpos de santos que
habían muerto, se levantaron.” Luego de
la resurrección de Cristo, estos resucitados “vinieron a la santa ciudad, y
aparecieron a muchos”. ¿Y qué pasó con
estas personas? En los Evangelios no
hallamos nada al respecto, pero Pablo nos da una idea de lo que sucedió con
ellos. Veamos las palabras del apóstol: “Subiendo a lo alto se llevó una multitud de
cautivos…” (Efesios 4:8) Aunque no es determinante, podemos
conjeturar que estos que resucitaron componían esos “cautivos” que ascendieron
al cielo en el mismo instante que Jesús.
Ahora Juan los ve asistiendo a Jesucristo en el Santuario del
cielo. Algunos intérpretes conjeturan
que deben ser sacerdotes e incluyen a Juan el Bautista entre ellos, pero esto
no tiene que ser así, ya que en el Nuevo Pacto, todos somos “un reino de
sacerdotes”.
Las
siete lámparas aquí son asociadas con “los
siete Espíritus de Dios”. Como vimos en
el capítulo 1:4, el Espíritu Santo es uno.
Él es uno de los miembros de la Divinidad celestial. Pero como el número siete simboliza plenitud
y perfección, entendemos que siete Espíritus representan la plenitud y perfección de la obra del Espíritu de Dios.
Esto podemos entenderlo mejor al visualizar las otras veces que se presenta el
Espíritu Santo con las palabras “el Espíritu”.
Y delante
del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y
alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y
detrás. El primer ser viviente era
semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía
rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno
seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y
noche de decir: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era,
el que es, y el que ha de venir (4:6-8).
Los
4 seres vivientes, llamados “animales” en la versión Reina Valera del 1909, son
extraños. Algunos ven en ellos una
relación con los serafines que Isaías
vio en el capítulo 6 de su libro. Son
parecidos en sus 6 alas y en su alabanza a Dios, diciendo
tres veces: “Santo”. Pero un
estudio de la literatura hebrea nos
muestra algo digno de considerar. Se
trata de la formación del pueblo israelita alrededor del Santuario.
El
tabernáculo era colocado en el centro y alrededor se acomodaban las doce
tribus divididas en cuatro grandes
grupos. Al Norte estaba la tribu de
Dan, y con ella los de Aser y Neftalí, teniendo una bandera con un águila. Al Sur se hallaba la Tribu de Rubén, con Gad
y Simeón, y su bandera tenía la figura de un hombre. Al Oeste se ubicó Efraim, con Manasés y
Benjamín, con su enseña de un becerro.
Al Este se hallaba Judá, con Isacar y Zabulón, y su bandera llevaba la
figura de un león. Entonces, podemos
concluir que estos seres vivientes representan al pueblo de Dios.
Los
ojos son símbolo de sabiduría. El hecho
que estos seres vivientes estén llenos
de ojos indica su deseo de saber. Los
hijos de Dios por todos los siglos se han destacado por su conocimiento de la
voluntad de Dios. El Señor desea que
su pueblo sea uno sabio y
entendido. Bien dice el ángel a Daniel: “Pero
ninguno de los impíos entenderá, pero entenderán los entendidos (Daniel 12:10)”.
Y siempre
que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está
sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro
ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que
vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono,
diciendo: Señor, digno eres de recibir
la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu
voluntad existen y fueron creadas (4:9-11).
El capítulo 4 cierra con esta singular alabanza a
Dios como el Creador y sustentador de todas las cosas. El capítulo 5 sigue en orden al 4 y es parte
de la misma visión.
* El Libro Sellado
Y vi en la
mano derecha del que estaba sentado en
el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos
(5:1).
El
libro que sostiene el Padre en su diestra es mas bien un rollo. Los 7 sellos impiden ver el contenido. Esto ha hecho que algunos eruditos prefieren
traducir “un rollo escrito por dentro, y por fuera sellado con siete sellos”. Esto es posible, ya que en los tiempos del
Nuevo Testamento, los escritores no usaban comas ni otros signos de puntuación.
¿Cuál
es el contenido del libro? Lo que sigue
indica que el rollo contiene una historia de los conflictos de la iglesia desde
su fundación por Cristo, hasta el fin del tiempo.
Y vi a un
ángel fuerte que pregonaba a gran voz:
¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni
debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. Y lloraba yo mucho, porque no se había
hallado a ninguno digno de abrir el libro ni de mirarlo. Y uno de los ancianos me dijo: No llores.
He aquí el león de la tribu de Judá, la raíz de David ha vencido para
abrir el libro y desatar sus siete sellos.
Y miré y vi que en medio de los cuatro seres vivientes, y en medio de
los ancianos, estaba en pie un cordero como inmolado, que tenía siete cuernos,
y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados en toda la
tierra (5:2-6).
El
llanto de Juan se tornó en gozo, al ver a Cristo, el Cordero de Dios, que aparece
en escena. Lo que hace digno a Cristo de
venir ante el Padre y tomar el libro para exponer su contenido, es que “ha
vencido”. La victoria de Jesucristo
sobre Satanás lo hacen digno. Él fue
inmolado en la cruz para cumplir el plan de salvación que la Divinidad había
creado “antes de la fundación del mundo.”
Cristo es el eje de la historia y lo que sigue lo ha de mostrar.
De
nuevo se presenta el número siete y se lo asocia con los siete Espíritus, que
ya vimos que quiere decir la plenitud de la obra del Espíritu Santo. También
los 7 cuernos representan el pleno y perfecto poder del Hijo de Dios. Los 7 ojos simbolizan también la plenitud de
la sabiduría o la omnisciencia de Dios.
Y vino, y
tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres
vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, todos
tenían arpas, y copas llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir
sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para
Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro
Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (5:7-10).
Ahora los seres celestiales se postran y adoran al
Cordero. Esto es indicio de que Cristo
comparte la adoración por ser parte de la Divinidad. Pero hay algo nuevo, el Cordero murió para
salvar la raza humana caída. Esa
condescendencia de parte de Cristo mueve a estas criaturas a rendirle el
homenaje que Él merece.
El
incienso es símbolo de “las oraciones de los santos.” Otras versiones traducen esta expresión como “las
acciones justas de los santos”, cosa que no tiene contradicción, ya que las
obras de los justos son consecuencia de su dependencia de Cristo y su vida de
constante oración. El hecho que el
perfume de incienso suba al cielo, nos asegura que las oraciones que elevamos
al trono de la gracia son escuchadas por
el Todopoderoso.
Y miré y oí
la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes y los
ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El
Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la
sabiduría,la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y todo lo creado que está en el cielo, y
sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en
ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la
alabanza,la honra y la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se
postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos
(5:11-14).
Al visualizar la multitud de ángeles, millones de
millones, podemos someramente darnos cuenta de la magnitud del santuario
celestial, el cual es descrito por Pablo como “el más amplio tabernáculo.” El original dice que la cantidad de ángeles
son “diez mil veces diez mil”, que es número mayor entre los hebreos. También
la epístola a los Hebreos, al mencionar a los ángeles, dice que es una “hueste
innumerable”. Estos seres se encuentran en el Santuario celestial. Esto contrasta con el tamaño del tabernáculo hecho por Moisés. Pero recordemos que el santuario terrenal era
una copia o bosquejo del celestial. El
tabernáculo hebreo era adaptado a la condición de un pueblo errante. Pero aun así, era una pieza muy bella que nos
anticipa la gloria del ministerio de Cristo.
* El Primer Sello
Vi cuando
el Cordero abrió uno de los sellos; y oí
a uno de los cuatro seres seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira.
Y miré y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y
le fue dada una corona. y salió venciendo, y para vencer (6:1,2).
Cuando
el Cordero desata los primeros 4 sellos, aparecen cuatro jinetes montando
caballos de diversos colores. Como
ocurre con casi todas las profecías apocalípticas, los cuatro jinetes tienen
variadas interpretaciones; pero es necesario que tengamos en cuenta todos los
elementos de los símbolos para llegar a conclusiones correctas.
La
interpretación más difundida es que estos jinetes con sus caballos representan
el hambre, la guerra, la peste y la muerte.
El tema ha sido traído a la literatura y hasta a la pantalla del
cine. La más famosa es la novela del
escritor español Blasco Ibáñez, “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”. Pero la interpretación es mucho más
compleja. Hay que descifrar tanto los
colores de los caballos como los implementos de los jinetes.
El
primer jinete monta un caballo blanco.
Siempre decimos que el blanco representa pureza, luz y todo lo
positivo. Pues bien, ese jinete y su
caballo representan a la iglesia del primer siglo, desde el año 31, en que Jesús
murió, resucitó, ascendió al cielo y envió el Espíritu Santo sobre la iglesia,
hasta el año 100, en que murió Juan, el último de los apóstoles. En un tiempo relativamente corto, y bajo la
ministración del Espíritu Santo, la iglesia esparció por el mundo conocido el
Evangelio santo de Jesucristo. La
conversión de Saulo de Tarso le dio a la iglesia una inyección de estímulo, al traer a los gentiles a la verdad de la
Palabra de Dios. El éxito de esta
primera iglesia está simbolizado por la corona dada al jinete y el arco representa
las lides del Evangelio.
Los
que promueven la doctrina del “rapto” indican que este personaje es el Anticristo. ¿Qué razón dan para esta rara interpretación? No tienen otra alternativa, ya que dicen que
todo lo que pasa después del “rapto”, que ellos dicen que está figurado en la
frase: “Sube acá” del verso primero del capítulo 4, ha de suceder después que
la iglesia sea levantada. Como lo
primero que aparece es este jinete, lo identifican con la bestia apocalíptica.
Es una verdadera pena que personas
enajenadas formen esas doctrinas, las cuales los obligan a entrar en tantas
contradicciones. Si este jinete
representara al Anticristo debía montar un caballo negro, como el tercero y no
uno blanco que representa todo lo bueno, lo puro, lo positivo.
* El Segundo Sello
Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser
viviente, que decía: Ven y mira. Y salió otro caballo, bermejo; y el que lo
montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos
a otros; y se le dio una gran espada (6:3,4).
El
segundo sello abre otra etapa de la historia de la iglesia. El color bermejo, o rojizo, del caballo
representa en primer lugar, sangre.
Porque este es el período de las más cruentas persecuciones de Roma
pagana contra la joven iglesia. El período
va desde el año 100 hasta el 313, que fue el año del Edicto de Milán, por el
emperador Constantino.
El
color rojo también simboliza herejía y error.
Ya desde mediados del siglo 2ndo. comenzaron a introducirse dentro de la
iglesia enseñanzas y prácticas del paganismo. Poco a poco, las enseñanzas del
Maestro de Galilea fueron substituidas por creencias ajenas a la Palabra de
Dios.
La fiereza de este caballo y la espada del jinete
son símbolos de las victorias de Roma pagana y la expansión de su imperio. Como vimos, es también época de terribles persecuciones contra la
naciente iglesia. Las creencias
cristianas fueron vistas por los romanos como una amenaza a sus dioses, y se empeñaron en acabar con
aquellos que consideraban blasfemos a sus divinidades.
* El Tercer Sello
Cuando
abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo
negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres
vivientes, que decía: Dos libras de
trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes ni
el aceite ni el vino (6:5,6).
El
período del tercer sello va desde el año 313 hasta el 538 DC. El color negro es el contrario del
blanco. Denota tinieblas. Desde el 476 DC., año de la caída de Roma
Imperial, se enseña que comenzó la Edad Media o la Edad Oscura.
La
subida al poder de Constantino, trajo cambios en la iglesia. Este emperador es llamado el emancipador de
la iglesia. Pero realmente fue el que
acabó de contaminar la iglesia.
Constantino era muy diplomático.
Su gran propósito era unificar todos los cuerpos religiosos. Hoy diríamos que era un gran ecuménico.
En
el año 312, Constantino libró una gran batalla en el puente Milvio. Su victoria sobre Majencio, el líder de los
paganos, lo convirtió en el primer emperador pro cristiano. La tradición dice que él tuvo una visión en
la cual vio una gran cruz y escuchó una voz que le decía: Con este signo vencerás.
Siendo muy supersticioso y creyente en divinidades paganas, Constantino puso
cruces en todos los estandartes. Al
ganar la victoria, le atribuyó esta a Cristo.
En el año 313, y juntamente con Lisinio que gobernaba al Norte, hizo el
Edicto de Milán, el cual concedía a los cristianos libertad de reunirse y
adorar a su Dios. Realmente el edicto
iba dirigido a todos los religiosos, dando la libertad a todos de seguir sus
enseñanzas religiosas (Vea Apéndice).
Satanás
pensaba que, al destruir a los cristianos iba a acabar con el mensaje de
Cristo. Pero la sangre de los mártires
fue como semilla que germinaba abundantemente.
Cada cristiano que moría traía a los pies de Cristo a cientos de
paganos. Como el enemigo vio que su
estrategia no le funcionó, cambió sus planes.
Esta vez se infiltraría dentro de la iglesia. Pronto se vieron los funestos resultados.
Los
paganos que entraban a la iglesia estaban acostumbrados a adorar a dioses
visibles. Tanto Roma como Grecia tenían
una serie de dioses y diosas, los cuales eran representados en estatuas y
pinturas. La iglesia, ya debilitada por
transigir con los paganos, y para complacer a estos, comenzó a presentarles
estatuas y pinturas de los llamados santos.
Pronto los convertidos del paganismo comenzaron a identificar esos
santos con los dioses que abandonaron.
Así la iglesia se tornó a la idolatría.
Los
jerarcas de la iglesia defendían (y aun defienden) el culto a las imágenes
argumentando que a estas no se adoran, sino que se veneran. Pero, preguntamos, ¿cuál es la diferencia
entre venerar y adorar? Si a las
estatuas se le atribuyen milagros, se las carga en pintorescas procesiones, se
les canta y se les prenden velas, se arrodillan ante ellas y les ofrecen sus
rezos, entonces, ¿qué diferencia hay?
Las estatuas pueden ser muy hermosas, pero en lo espiritual, son semejantes a los grotescos dioses de
Asiria, Egipto, Babilonia o Fenicia. Y
lo peor de esto es que a las estatuas les atribuyen milagros.
Este
sello termina en el 538 DC. Lo
acontecido en este año fue preponderante en la historia de la iglesia. Por un decreto de Justiniano, emperador de
Oriente, el obispo de Roma fue exaltado al puesto de “cabeza de las iglesias”. Esto trajo problemas serios en la iglesia,
ya que el obispo de Constantinopla, y
los de Jerusalén, Antioquía y Alejandría, no aceptaron la primacía de
Roma. El conflicto llegó hasta el punto
de que en el siglo X, hubo un cisma entre Oriente y Occidente, dando como
resultado la división entre ambas partes.
La iglesia de Oriente, desde entonces, sería conocida como la Iglesia
Ortodoxa Griega, y su líder máximo habría
de llamarse el Patriarca de Constantinopla. Hubo otras divisiones que
desmenbraron el cristianismo. Enrique
VIII dividió la iglesia en Inglaterra.
Esta se llama la Iglesia Episcopal o Anglicana. La Reforma trajo otras divisiones hasta lo
que vemos hoy: miles de iglesias y
denominaciones cristianas.
La
balanza que lleva el jinete simboliza una transacción comercial. “Dos libras de
trigo por un denario”, indica carestía, ya que un denario era el sueldo de un
obrero al día. Si lo que usted gana en
un día le da apenas para comprar dos libras de pan, entonces habrá grandes
necesidades en su familia. La cebada,
que era el alimento de los esclavos y los cerdos, también estaba cara. El trigo y la cebada representan el alimento
de la iglesia que es la Palabra de Dios.
En los tiempos del caballo negro la Palabra escaseaba. Muy poca gente contaba con la Biblia para
comparar las enseñanzas de los líderes religiosos. Todos tenían que creer “bona fide” lo que los
maestros de la religión enseñaban.
La orden de no dañar “el vino ni el aceite” tiene
un significado muy importante. El vino
es símbolo de la sangre de Cristo o el Evangelio. A pesar de las persecuciones y de la
contaminación espiritual, el Evangelio habría de ser preservado. El aceite simboliza el Espíritu Santo. Es Él el que ha inspirado la Biblia. Por medio de Él han llegado hasta
nosotros las verdades maravillosas de la
bendita Palabra de Dios. No dañar el
vino y el aceite significa que esas verdades serían intocables. Si hoy disfrutamos de esas doctrinas de la
Biblia es por la obra maravillosa de los mártires de la fe. Hoy, como nunca antes, debemos defender esa
Palabra divina y continuar llevando la verdad al mundo. Por la proliferación de sectas se hace cada día
más difícil, pero no podemos desmayar.
La verdad se está abriendo paso en todo el mundo. Aún hay millones que están atados por los
conceptos del paganismo. Aún hay muchas almas sincera que necesitan oír el
llamado del Maestro. Como nunca antes en
la historia el verdadero pueblo de Dios está dando un mensaje de origen
celestial a un mundo altamente confundido.
Todos los sinceros están oyendo el clamor de Cristo: “Salid de ella,
pueblo mío.” El llamado es a salir de “Babilonia”,
símbolo de la confusión religiosa imperante en el mundo de hoy.
* El Cuarto Sello
Cuando él
abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y
mira. Miré, y he aquí un caballo
amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre
Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta
parte de la tierra,para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las
fieras de la tierra (6:7,8).
El color de este caballo es amarillo. El diccionario de Strong define la palabra “chlorós”
como “verdoso”, “pálido”. Es un color
mortecino. Es como cuando miramos un cadáver
de un animal, que se ve amarillo, con tonalidades verdosas. Lo que nos muestra aquí es la condición de la iglesia en la Edad
Media. El abandono de las sencillas enseñanzas
de Cristo y aceptar los dogmas paganos han maleado a la iglesia.
Este
sello podemos fijarlo desde el año 538, año del
comienzo del papado, hasta el 1517 AD, que marca el éxito de la
Reforma. La subida al trono pontificio
del papa de Roma trajo grandes persecuciones.
Para mantener el poder, el obispo romano permitió masacres sin término. Todo el que se levantaba y acusaba a la
iglesia romana o su máximo líder, pagaba su obra con la
muerte. La jerarquía
eclesiástica organizó lo que
llamó “La Santa Inquisición” o “Santo Oficio”. Luego de Oficio”. Luego de juzgar negativamente a un reo, la
iglesia lo entregaba al “brazo secular”
para ser muerto. La Inquisición inventó implementos satánicos de tortura para
sacar confesiones de los reos. A veces
estos, por no sufrir más, deseaban la muerte y algunos se retractaban de su fe.
La
forma mas común de matar a los disidentes era por medio de la hoguera. En España, donde la Inquisición fue mas
exitosa, luego de condenar a los reos, estos eran paseados por las calles. Esto se denominaba “autos de fe”. En la plaza pública, ante la vista de todos
los ciudadanos, la pira era encendida.
Algunos eran ahorcados y otros, atadas las manos y los pies a cuatro
bestias, eran descuartizados. Roma
ideaba cada vez más, instrumentos para torturar a los condenados por el
tribunal de la Inquisición. A eso es que
se refiere el texto que dice: “matar con espada, con hambre, con mortandad, y
con las fieras de la tierra.”
Cuando
los líderes judíos llevaron a Cristo ante el procurador Poncio Pilatos, no lo
acusaron de ser un líder religioso o por enseñar doctrinas falsas, más bien lo
acusaron de ser un disidente contra el césar.
De esa forma lograron que Cristo fuera declarado reo de muerte. El Tribunal de la Inquisición acusaba a los
que llamaba “herejes” de brujos, sediciosos y enemigos del gobierno civil. Luego de juzgados eran entregados al brazo
secular para que este diera el veredicto de muerte. Los gobernantes, que eran marionetas de la
jerarquía eclesiástica, hacían lo que los inquisidores indicaban.
Roma
pagana mató en tres siglos alrededor de 1 millón de cristianos. Roma papal, en 10 siglos ha matado varias decenas de millones. Bien dijo el Señor: “aun viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará
que hace servicio a Dios” (Juan 16:2).
Se dice del cuarto jinete que “el
Hades le seguía”. La palabra “Hades”
realmente era un nombre propio. Se refería
al dios griego que imperaba en el centro de la tierra. A este reino tenebroso eran conducidas las
almas, según la mitología, y eran juzgadas y castigadas por el dios del reino
inferior. Por eso el nombre “Hades” se usó para designar la
tumba. Desgraciadamente, las versiones más
antiguas de Reyna-Valera de las Escrituras tradujeron la palabra como “infierno”. Si tenemos en cuenta que “infierno” significa
“lugar inferior”, la traducción sería correcta.
Pero desde la Edad Media, el infierno fue asociado con llamas y se puso
como el lugar donde Satanás atormenta las almas de los condenados. Gracias a Dios, las versiones más modernas de
la Biblia usan la palabra correcta según el original griego.
* El Quinto Sello
Cuando
abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido
muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no
juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les
dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el
número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como
ellos (6:9-11).
Terminados
los jinetes, aparece un altar. ¿Qué
altar es ese? Obviamente el de los
sacrificios. A su base las almas claman
a Dios por venganza. Algunos teólogos
ven en esto una supuesta prueba de la inmortalidad del alma, ya que los muertos
están hablando. Pero no podemos hacer
una doctrina de un simbolismo. Lo que
esto significa es que todos los que murieron bajo el cuarto sello, acusados
injustamente, aguardan la venganza de
Dios sobre sus enemigos. Ellos fueron
acusados de los más viles delitos. Ahora
vendrá un movimiento religioso que habría de vindicar sus vidas. Ese es el movimiento de la Reforma.
Hubo
fieles reformadores desde los primeros siglos de apostasía. Juan Wicleff
fue uno de ellos. Sus enseñanzas
eran muy respetadas y organizó a un grupo llamado “los Lolardos”, quienes iban
de lugar en lugar llevando la Palabra de Dios.
Los papistas le pidieron que se retractara, pero el valiente reformador
se mantuvo firme hasta el fin de sus días.
Como Wicleff hubo otros, los cuales ofrendaron sus vidas por la causa
del Señor.
Pero
no hubo ninguno como Martín Lutero.
Desde joven ingresó en la orden de los Agustinos. Era muy estudioso y al encontrarse con la
Biblia en latín, llena de hollín y polvo, en la biblioteca de su universidad,
sintió una atracción especial hacia el
Libro divino. Pronto aprendió, además
del latín, las lenguas hebrea y griega.
Se graduó en sagrada teología y fue contratado a ser maestro en la más
nueva universidad de Europa: Wittenberg.
La
cátedra de Lutero en Alemania trajo estudiantes de toda Europa. Los estudiantes
quedaban pasmados ante este singular maestro que se apartó de las enseñanzas
corrientes de la universidad para presentar temas basados en la Biblia. A veces se apartaba también
del
latín y enseñaba en alemán.
En
todo el apogeo de la cátedra de Lutero, llegaron por Alemania dos monjes
dominicos: Sansón y Tetzel. Traían la
encomienda de vender indulgencias para sacar fondos para edificar la basílica
de San Pedro en Roma. Los mensajeros
papales prometían al pueblo que sus donativos para la basílica traería el perdón
de los pecados de los difuntos y que saldrían volando del purgatorio. Aunque el
decreto papal no lo indicaba, estos monjes decían al pueblo que al donar el
dinero sus pecados presentes, pasados y futuros eran perdonados. Lutero se enfureció y escribió 95
proposiciones o tesis y las clavó en la puerta de la catedral de la univer- sidad e invitó a
profesores y estudiantes a discutir con él el contenido de ellas.
Sin
la autorización de Lutero, sus tesis fueron traducidas en casi todas las
lenguas europeas. Al principio, el papa
León X no le preocupó las actividades del monje rebelde, pero luego, a causa
del crecimiento del repudio a Roma, se puso precio a la cabeza del
reformador. Para asistir a los concilios
donde debía defender sus enseñanzas, Lutero tuvo que ir protegido por un
salvoconducto.
Los
católicos contaban con Juan Eck, uno de sus más fuertes teólogos. Pero nada pudieron contra las firmes palabras
del reformador. La cosa se puso tan
candente, que Federico, elector de Sajonia y amigo de Lutero, tuvo que raptarlo
y esconderlo en un viejo castillo en Wartburgo.
Allí, privado de la libertad de enseñar y predicar, Lutero se dio a la
tarea de traducir la Biblia a la lengua alemana.
Mientras
Lutero estaba en Wartburgo, Su más celoso discípulo, Felipe Melancton, redactó
la “Confesión de Ausburgo”, pieza única en la historia del cristianismo. La “confesión” fue leída en el concilio de
Ausburgo, ante el emperador Carlos V, quien se proponía que los príncipes
alemanes se volvieran al seno de Roma.
Pero los príncipes se alistaron al lado de Martín Lutero y los otros
reformadores y dijeron al emperador que él no tenía derecho a mandar en sus
conciencias. Esa protesta de los príncipes
dio el mote de “protestantes” a todos los que no estuvieran de parte de la
iglesia romana. Esto fue el génesis de la
iglesia evangélica luterana.
Cuando
a Lutero se le preguntó en uno de los concilios, qué creía sobre Juan Hus, él
contestó que era un santo de Dios. De
igual forma, los nombres de los muchos que murieron por su fe habrían de ser
esclarecidos. Se hizo claro que no eran
delincuentes, sino hombres y mujeres de fe, que murieron por Cristo y su
Palabra. Estas fueron la “ropas blancas” con las que vistieron a los mártires. Ellos debían descansar hasta que se
cumplieran lo otros que “habían de ser muertos como ellos”. La historia muestra que la sed de sangre de
Roma no se sació. Una prueba de esto es
la célebre masacre de san Bartolomé, sucedida el 24 de agosto del 1572.
El quinto sello, pues, comienza con
la Reforma, en el
1517, y culmina en el 1755. En el próximo segmento veremos lo que sucedió
en ese año que indica el fin del quinto sello y el comienzo del sexto.
* El Sexto Sello
Miré cuando
abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro
como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del
cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer su higos cuando es
movida por un fuerte viento (6:12,13).
La
apertura del sexto sello nos trae varias señales en el mundo físico, muy relacionadas
a aquellas que el Señor dijo en su sermón de Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 17 y
21 como precursoras de su segundo advenimiento. Podríamos pregun- tar: ¿Qué
terremoto en la historia sucedió inmediatamente después de la Reforma y que
podría considerarse como un “gran terremoto”?
El terremoto de Lisboa, el 1 de noviembre del
1755. Aunque su
centro fue en Lisboa, Portugal,
se sintió en toda Europa, parte
de África y hasta se cree que hasta en
algunos lugares de América. Se calcula
que cubrió más de 10 millones de kilómetros cuadrados. Sólo en Lisboa segó la vida de más de 60,000 personas. Todos los daños nunca fueron estimados.
La
segunda señal es el oscurecimiento del
sol. Esto sucedió en un área amplia del
territorio de los Estados Unidos de Norteamérica: los estados de Nueva
Inglaterra. Fue el 19 de mayo del
1780. Cerca de las 10 de la mañana
comenzó el fenómeno y duró casi todo el día.
No era eclipse solar, ya que estos suceden siempre en luna nueva y este
día era luna llena. La causa del fenómeno
se desconoce. El diccionario de Noé
Webster lo llama “El Día Oscuro de Nueva Inglaterra” (Vea Apéndice).
También
indica la profecía que “la luna se puso toda como sangre”. En la noche después del día oscuro, la luna
salió temprano y su aspecto era rojizo.
Algunos dijeron que les pareció ver una cruz negra en su centro.
La
cuarta señal es la caída de las estrellas.
Obviamente no se refiere a astros, sino a estrellas fugaces o
meteoritos. Estas lluvias de meteoros
son comunes cada cierto tiempo. Para el
13 de noviembre del 1833 sucedió una de gran magnitud que fue vista en todo el
hemisferio occidental, desde Canadá hasta Argentina. Estas señales físicas pueden repetirse antes
que se efectúe la segunda venida de Cristo.
(Vea Apéndice)
Y el cielo
se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los
ricos, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas
y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed
sobre nosotros, y escondednos del rostro de Aquel que está sentado sobre el
trono y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado: ¿y
quién podrá sostenerse en pie (6:14-16)?
Los
acontecimientos presentados aquí se asocian con la séptima plaga de Apocalipsis
16, por lo tanto son eventos futuros. “El
gran día de su ira” es llamado en las profecías como “el tiempo de angustia”, “el
día de Jehová”, “el día del enojo de Jehová”, “el gran día de Dios”, “el día
del Señor”, “la gran tribulación” y “la tribulación final”. Este “día” realmente es un período de tiempo
que comienza con el fin del tiempo de gracia, al finalizar la parte primera del
juicio; cubre todas las 7 plagas y culmina con la segunda venida de
Cristo. Podemos comparar este terremoto
que se menciona en el sexto sello con el terremoto final de Apocalipsis
16:13-20, en ocasión de la séptima plaga.
Podemos
decir entonces, que estamos viviendo entre los versos 13 y 14
de la profecía de los 7 sellos. El sexto sello aun no se ha cumplido en su
totalidad, pero pronto se cumplirán todos los eventos finales y veremos a
Cristo aparecer en las nubes de los cielos para llevarnos con Él.
El capítulo 7 es un paréntesis
entre el sexto y el séptimo sello y lo cubriremos en el próximo capítulo. Para ver lo que sucede en el séptimo sello,
tenemos que leer el primer verso del capítulo 8.
* El Séptimo Sello
Cuando
abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora (8:1).
El
séptimo sello abre un inmenso panorama, al producirse un silencio por casi
media hora. Para algunos intérpretes
este lapso es indefinido. Para otros, considerando el método de día por año,
enseñan que esta media hora equivale a una semana. Este es el tiempo que duraría desde la salida
de Cristo del tercer cielo hasta su regreso con los salvados.
En
el cielo nunca hay silencio, ya que los seres celestiales no cesan de cantar a
Dios y alabar su nombre. Pero por algún
tiempo se produce un silencio. ¿Por qué? Cristo dijo que vendría con todos sus ángeles
(Mateo 25:31). Entonces, al salir Él del
cielo rumbo a la tierra para buscar a su pueblo, dejará el cielo vacío. Por todo el tiempo que dure la salida del Señor,
en el cielo no ha de oírse cantos, ni alabanzas. Habrá un silencio solemne hasta que Cristo
regrese.
Podemos
entender entonces que el séptimo sello se abrirá cuando se efectúe el segundo
advenimiento de Cristo. Por dos milenios
la iglesia ha esperado el regreso del Salvador.
Ha predicado sobre ese tema con entusiasmo. Muchos se han burlado diciendo que todo
seguirá igual y que no acontecerá lo que hemos enseñado; que Cristo no vendrá
jamás; y si viniera lo tratarán peor que
la primera vez. Pedro llama a estos “burladores”
que andan “según sus propias concupiscencias” (2 Pedro 3:3,4). En su primera
venida Cristo se dejó maltratar, humillar y matar; pero en su segunda venida Él
ha de manifestarse como “Rey de reyes y Señor de Señores” (Apocalipsis
19:16). Nadie podrá evitar esa
venida. Será como “fuego consumidor”. Ante su presencia temblará toda rodilla. El profeta dice: “Gritará allí el valiente”. Los que estén listos se levantarán en los
aires a encontrarse con el Señor; mientras que los malos buscarán donde esconderse
de la presencia de Jesucristo, pero nada
podrá ayudarlos. La gloria de Cristo y
los ángeles, que es transformación para los salvados, será destrucción para los
impíos.
Mientras
la nube viviente se eleva al cielo con millones de ángeles y millones de seres
salvados por la gracia de Dios, la tierra será un verdadero abismo. Los capítulos 21 y 22 de Apocalipsis nos darán
detalles de estos acontecimientos y del hogar que aguarda a los redimidos de
Jehová por toda la eternidad.
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